Son el rostro deforme de la frontera. Pero los más de dos mil 500 deshuesaderos de automóviles que operan en la franja mueven un negocio de 100 millones de dólares anuales. Es apenas la punta de una montaña dorada: La chatarra en realidad es el gran negocio del futuro, y los especialistas calculan que trabajar debidamente esa basura de hierros y plásticos dejará derramas mil veces mayores. Ahora buscan desenterrar el cofre del tesoro.

Parado frente a una montaña de carros deshuesados, Héctor Lozoya Ávila cree estar al frente de una nave que desatollará la economía de su región. Muy pocos darían algo a cambio del cúmulo de cascarones abolidos que posee, pero el comerciante es dueño de algo muy parecido a una mina de metales preciosos.

“Realmente creo que hay una gran industria de chatarra mal aprovechada”, dice convencido el presidente de la Unión de Yonkeros Fronterizos. “Un estudio de empresarios chinos arrojó que tan sólo en Ciudad Juárez hay cerca de 2 millones de carros chatarra, entre abandonados, circulantes y los que hay en los yonkes. Y eso es dinero”.

La montaña de hierro detrás de Lozoya en verdad es el gran negocio en reposo. En la frontera norte existen legalmente establecidos 2 mil 500 cementerios de vehículos, que mueven cerca de 100 millones de dólares anuales únicamente por la venta de partes usadas, cantidad que sumaría más de mil por ciento si se recicla debidamente.

“En México, la comercialización de metales provenientes del reciclado de chatarra es un nicho que aún reserva espacio para los empresarios, en especial luego que se gravó el acero proveniente de los Estados Unidos”, dice Angélica Fuentes Téllez, la presidenta del corporativo Grupo Imperial, de quien depende la fábrica de reciclaje más grande de la frontera, Ecorec de México.

“En Estados Unidos, Japón y los países que integran la Unión Europea, los empresarios han descubierto los múltiples atractivos de un auto convertido en chatarra. Sólo en Europa, el reciclaje de vehículos mueve cerca de 18 mil 650 millones de euros”.

México está inundado de materia prima suficiente para detonar esta industria y generar fuentes de energía alterna, como en naciones desarrolladas. Y dentro de México, el gran reducto de la chatarra es la frontera norte.

Ciudades como Juárez, Tijuana, Mexicali y Nuevo Laredo mantienen una proporción de un vehículo por cada tres habitantes, el doble que la Ciudad de México, y el parque crece cada año en forma desmedida.

“La proporción de vehículos usados de procedencia extranjera se ha disparado notablemente en los últimos años. Se estima que estos niveles alcanzan más del 10% del parque vehicular total del país, esto es 2 millones de vehículos irregulares”, dice Gonzalo Bravo, coordinador de Relaciones Gubernamentales de la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza (Cocef).

Desperdiciándose por falta de inversión, en el país yacen miles de millones de dólares en toneladas de metales, plásticos, vidrios y llantas que además dejan un vacío en la generación de energías y combustibles.

De eso, grandes empresarios como Fuentes o comerciantes de chatarra como Lozoya se han dado cuenta y han comenzado a mover, cada uno por su cuenta, los hilos de esta industria incipiente. Y al tiempo que presionan para activar este mercado adormecido, emergen las reglas obsoletas y la normatividad que chocan entre uno y otro país.

“El potencial es enorme, pero si vamos al análisis objetivo de lo que hacemos con los desechos encontramos que debemos formalizar el mercado, porque se trata de un mercado informal, en donde tenemos inclusive mucha ilegalidad en el manejo de residuos”, dice el coordinador de Relaciones Gubernamentales de la Cocef.

Es la irregularidad en la que se afanan no sólo el organismo para el que labora Bravo, sino también otras entidades como el Banco de Desarrollo de América del  Norte (BDAN), pues el arribo de los grandes capitales depende de esquemas que reduzcan los niveles de riesgo.

Es el obstáculo mayor antes de echar a caminar la nave del tesoro.

¿MERCADO DE SEGUNDA?

Hace medio siglo que los fronterizos sacan provecho de su vecindad con Estados Unidos. Menos quisquillosos que su contraparte, hallaron la forma de prolongar la vida útil a productos y mercancías desechadas por antigüedad y aparente deterioro.

Con ello dieron forma no solamente al negocio de segunda mano, sino que definieron el entorno de sus mismas ciudades.

A la cabeza del mercado han permanecido siempre los carros usados. Una gran cantidad de ellos ingresa cada año para aliviar carencias sensibles como el transporte publico o la estructura vial. Fue cuestión de tiempo para que surgieran tiraderos de chatarra hasta llegar a niveles de escándalo visual, un tipo de cáncer urbano al que por fin parece hallársele cura.

Entre Ciudad Juárez, Tijuana y Mexicali, las fronteras más grandes, operan legalmente mil yonkes. La vida fronteriza gira en gran medida alrededor de estos negocios, que bien pueden resumir  también una parte del desorden e ilegalidad de la región. Cálculos de la misma Unión de Yonkeros indican que por lo menos hay el triple de tiraderos de vehículos, pues no todos operan dentro de la ley.

“Los yonkes han sido una necesidad, pues la gente busca refacciones originales, buenas y baratas”, dice Héctor Lozoya.

Hace poco, él y el resto de los agremiados de la Unión creían que sacarle el doble de dinero a la inversión en una chatarra era el gran negocio. El ejercicio de comprar para deshuesar y vender por partes un automóvil los entretuvo 50 años.

La llegada a principios de 2001 de un grupo de empresarios chinos interesados en comprar varios volúmenes de chatarra les abrió los ojos. Los asiáticos habían encontrado un paraíso en donde autoridades y empresarios locales veían inmundicia, y los propietarios de esos negocios se descubrieron dueños de un futuro mejor.

“Estas personas se interesaban por las llantas usadas. Querían comprarla triturada y para ello nos trajeron un modelo de trituradora que no sólo la granulaba, sino que generaba aceites y una variedad de diesel”, recuerda el Presidente de la Unión.

Los atentados del  11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos frustraron las negociaciones. Sin embargo, la inquietud había quedado sembrada.

“De pronto nos dimos cuenta de que habíamos estado dormidos”, dice Lozoya. Entonces investigamos y supimos que los que menos ganamos somos nosotros, que poseemos lo más importante: la materia prima”.

La emoción del Presidente de la Unión de Yonkeros está más que justificada. Ecorec, la planta recicladora de Grupo Imperial y la filial de Grupo Villacero en El Paso, en Texas, Border Steel, mantiene una producción conjunta de 13 mil toneladas mensuales de metal. 10 de estas 13 toneladas provienen de los yonkes de la ciudad.

Durante 2003, los 150 yonkes de Ciudad Juárez que realizan la importación legal de su mercancía introdujeron 15 mil vehículos chatarra, adquiridos a razón de 500 dólares por unidad. Por ellos, dice Lozoya, se generaron ganancias netas próximas a los 15 millones de dólares tan sólo por la venta de partes.

El resultado de una simple ecuación les motivó a comprar, hace dos años, una compactadora de metal y con ella se iniciaron en el mundo de la venta de chatarra, un mercado que estuvo monopolizado hasta entonces. Pero producir inmensos emparedados con vehículos aplastados es sólo el principio de la cadena.

La tecnología para extraer el cobre, plásticos, vidrios, antimonio y hierro por separado es algo de lo que carecen y en donde reposa el verdadero negocio.
“Tan grande es el mercado que yo creo que Juárez o Tijuana podrían ser ciudades siderúrgicas y sustituir con ello a la industria de la maquila. Podrían fácilmente tener su fundidora y su generadora de metal, de lingotes de acero, de lámina, de clavo, varilla, aluminio y cobre”, dice Lozoya.

Hasta hace tres años, en 2001, los registros vehiculares en Tijuana, Mexicali, Reynosa, Matamoros, Nuevo Laredo y Ciudad Juárez calculaban la existencia de 1.5 millones de unidades. En su conjunto, la frontera norte aglutinaba a 3.2 de los 13.8 millones de automóviles que había entonces en el país. La cifra se disparó notablemente.

Datos de la Cocef precisan que tan sólo a Ciudad Juárez ingresan 42 mil carros usados cada año. De los 356 mil que fueron censados en 2001, la ciudad ahora aloja a 450 mil vehículos.

“Esto contribuye a la generación de contaminantes atmosféricos, al aumento en el número de llantas de desecho, baterías, aceites y emisiones de gases refrigerantes”, dice Gonzalo Bravo, el funcionario de la Cocef. “la elevada demanda de este tipo de vehículos ha convertido a México en un gran nicho de mercado para los automóviles que en Estados Unidos tiene el carácter de desecho”.

RECICLANDO BILLETES

Pero en la medida en que la importación impacta la calidad de vida fronteriza, proporciona elementos suficientes no sólo par revertir el fenómeno, sino también para sacarle dinero.

“La mayor fuente de chatarra desde hace más de 50 años son los automotores”, dice Angélica Fuentes. Y reciclar la chatarra tiene múltiples beneficios, explica.

“Primero contribuye a aliviar el problema integral: desprovee de basura a la región, y evita un proceso contaminante como es elaborar metal a partir de materiales vírgenes, así como su uso indiscriminado como recurso natural no renovable.

Fuentes dicta datos más precisos. La producción de acero requiere 400% más de energía que la necesaria para reciclar, lo que aumenta 90% el costo de obtención a partir de materiales vírgenes. Ese proceso causa 86% del impacto en la contaminación atmosférica e incide igualmente en un desperdicio adicional de 40% del agua empleada en el proceso de extracción.

“En el caso de la manufactura siderúrgica , que va desde la explotación minera hasta el producto terminado a partir de materiales vírgenes conlleva un proceso altamente tóxico, porque se manejan ácidos que dañan gravemente al ambiente”, dice.

Fuentes está convencida del reciclaje como parte central de la industria del futuro. El acero, dice, es el material más reciclado del mundo. De las 784 millones de toneladas anuales producidas de acero, cerca del 43% es reciclada y proviene de la chatarra.

“Reciclar es la respuesta, reciclar ha sido la solución viable para no seguir acumulando basura y desechos que han ido mermando el medio ambiente durante las últimas décadas, en las que hemos generados más basura que aquella generada en la larga existencia de la humanidad”.

Ecorec, la planta recicladora del grupo que preside, tiene tecnología capaz de tritura un automóvil completo en dos minutos. Esto hace tener una capacidad de producción de hasta 26 unidades por hora y 210 al día. En total, producen 5 mil 700 toneladas de material triturado cada mes.

“Desechar, recolectar, clasificar, procesar, fundir, fabricar, devolver al consumidor el producto para uso y desechar de nuevo, será la meta para este milenio”, dice Fuentes.

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