Una vendedora de sexo a mitad del camino, un niño limosnero en la esquina, una línea de coca sobre la mesa. Los componentes de cualquier ciudad del mundo tienen tras de sí historias delictivas de altos vuelos. Pero qué tanto avanzó el crimen organizado en la era del mundo global. Esta es la respuesta de algunos expertos.
Sin acostumbrarse a pesar de los años de estudio, Nicolleta Rabotti rememora un episodio sorprendente: “Conocí a una joven proveniente de Albania que decidió emigrar después de ver repetidamente un comercial italiano, en el que un perro comía en platos de porcelana. Se dijo que si los perros comían así, Italia era el mejor país del mundo. Hoy vive en la calle, después de meses de ser explotada”.

Rabotti, una educadora profesional que dirige el programa de Prostitución y Trata de Blancas del Grupo Abele, en Turín, elige con frecuencia ese fragmento personal, pues encierra, dice, parte esencial para la comprensión del origen de un fenómeno que aumenta no sólo en la Unión Europea y Estados Unidos sino que es básica en la operación de innumerables organizaciones criminales.

“El mercado existe porque hay una fuerte demanda. Hay factores económicos y políticos que alientan ese mercado y desde luego afecta a las naciones más pobres”, explica. “Rumania o Albania son un ejemplo de una sociedad segregada que ha provocado desplazamientos enormes, y esos flujos han sido inmediatamente aprovechados por los traficantes”.

En la última década, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 100 mil mujeres como la que cita Rabotti han emigrado desde Albania hacia Europa Occidental, encandiladas por individuos que les prometen matrimonio o que se presentan ante ellas como agentes de contratación de grandes transnacionales.

Invariablemente, todas ellas quedan atrapadas en una red de explotación sexual, que termina hasta que logran pagar cantidades de entre 60 mil y 70 mil Euros a cambio de su libertad, o simplemente mueren por la violencia que les aplican sus secuestradores, revela la OIM.

Pero la explotación sexual y el tráfico humano no son el único elemento oscuro de la globalización. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), suelen incluir al tráfico de drogas y de armas de fuego entre las actividades soterradas que dan forma a los sistemas financieros. Y a estas tres actividades, los economistas han debido incluir en la lista la creciente presencia del comercio informal.

Se trata de una realidad pocas veces discutida, que sin embargo orilla a debates sobre las reglas de la moral y la justicia fijados por los países desarrollados, y que en un período relativamente corto han erosionado las estructuras de seguridad y la integridad de millones de humanos que residen en naciones empobrecidas.

“Si vemos detenidamente lo que ocurre, veremos que el Estado, cualquiera que sea, es incapaz de mantener un control sobre las actividades del crimen organizado. Hay varios sociólogos que dicen que la pobreza es el marco perfecto del crimen organizado, y eso es verdad”, dice Umberto Santino, fundador del Centro Siciliano de Documentación Giuseppe Impastato, y autor de media docena de libros que le han convertido en la máxima referencia para hablar sobre la Mafia Siciliana.

“En cuanto a la globalidad en su estado actual, los expertos dicen que aumenta la criminalidad por el desempleo, la inmigración y las limitaciones para el desplazamiento de mercancías” agrega. “No podemos decir que el capitalismo exacerbado es sinónimo de Mafia, pero sí que guardan entre ambas muchas similitudes”.

Tradicionalmente asociada al contrabando, la Mafia Siciliana es en realidad una poderosa estructura criminal que lo mismo interviene en obra pública que en política, y sostiene lo que Santino ha bautizado como “burguesía mafiosa”, un equipo de profesionales que le permiten la diversidad de sus empresas ilegales introduciéndolas a las corrientes de la actividad legal.

Esto es posible, explica el investigador, gracias a la globalidad.

“El sistema financiero, por citar un ejemplo, no es muy transparente en su manejo. Existen el secreto bancario y los paraísos fiscales, y eso hace muy difícil distinguir el origen de los capitales. No quiero decir con ello que todos sean ilegales, pero es complicado establecer claridad ante la ausencia de transparencia”.

Diversos organismos internacionales han establecido que cerca de 250 millones de adictos mantienen la creciente actividad del narcotráfico. Se trata de un gran mercado que deja ganancias estimadas en unos 340 mil millones de dólares anuales, y que se expande en forma inexorable incluso en países subdesarrollados.

Esos volúmenes de dinero se cuelan por los miles de huecos que les dejan los sistemas financieros mundiales, y finalmente quedan insertados en inversiones y circulantes absolutamente legales.

Los números se vuelven escalofriantes cuando se incluye a humanos. El tráfico de hombres, mujeres, niños y nonatos ha desatado los últimos 10 años devastaciones en naciones completas, y destrozado la dignidad de millones de personas.

Lejos de hallarle solución, los países poderosos han fracasado en sus políticas tendientes a reducir el fenómeno, dice un reporte de la ONU, emitido en diciembre de 2003. El organismo sostiene que pese a los cambios legislativos y los pactos policiales en la Unión Europea, el tráfico de personas va en aumento.

La mayor parte del tráfico humano desarrollado en Europa tiene un trasfondo de explotación sexual, lo mismo con mujeres que con niños y hombres. La ONU ha manejado estimaciones de las ganancias obtenidas por los explotadores en el mercado de la prostitución forzada.

En países industrializados, revela, cada víctima de explotación genera unos 67 mil dólares anuales. En Medio Oriente alcanza los 45 mil dólares, 23 mil en los países con economías emergentes, 18 mil en América Latina y 10 mil dólares en Asia y África.

“Sabemos que hay un bazar de hombres, mujeres, niños y nonatos que son comprados, pero en realidad no existen estadísticas confiables acerca del fenómeno”, dice Nicoletta Rebotti. “Se habla de dos millones de mujeres explotadas sexualmente, pero no es de ninguna forma una cifra definitoria”.

La dimensión de lo que ocurre es, pese a todo, alarmante.

“En un estricto sentido comercial, el tráfico de humanos es más lucrativo que es de la droga: las personas no necesitan de procesos costosos de producción, almacenamiento ni cuidados especiales”, dice.

La explotación sexual está lejos de ser un acto reservado para las mujeres. Los hombres, igual que adolescentes y niños, forman la otra gran parte del negocio, dice la OIM, citando estudios diversos sobre el tema.

“Un gran número de víctimas de tráfico humano es de sexo masculino. Por ejemplo, más del 80 por ciento de los migrantes traficados hacia Ucrania resultaron ser hombres”, precisa. “La migración se considera una estrategia de sobrevivencia. Los que no pueden pagar los servicios de agencias de viajes legítimas, en particular los hombres y las mujeres más jóvenes, tienen que llegar a acuerdos con individuos menos dignos de confianza, y se exponen al tráfico humano”.

Ese tráfico encontró primero un nicho excepcional en países con requerimientos de mano de obra barata y clandestina, tras la caída del bloque soviético.

“Hay una creciente demanda en nuestras sociedades de gente sin mucha educación, y eso es innegable”, dice Rebotti. “Son ellos quienes realizan los trabajos que no quieren hacer los italianos, por ejemplo en ramas como la construcción, la agricultura y todas aquellas actividades que involucran productos peligrosos o un alto riesgo de accidentes”.

El negocio de traficar humanos, dice a su vez Pablo Romo, fundador de la Red Nacional de Organizaciones Civiles Todos por los Derechos de Todos, es el más penoso y vergonzoso de cuantos existen.

“El tráfico de personas es el tercer negocio más redituable en el mundo donde participan desde pequeños traficantes hasta grandes consorcios, con la complicidad en muchos casos de las propias autoridades. Unos 100 millones de emigrados regulares y otros 30 millones irregulares, viven fuera de su país a causa de la falta de empleo”, dice.

Es un desplazamiento desbordado cuyo origen, si bien no deja dudas, está lleno de paradojas.

“Hoy el sistema económico global no requiere ya de tanta mano de obra como en el pasado y se han abaratado tanto los costes de traslado que las opciones son que viajen las mercancías a que viaje la gente. Sin embargo esta economía en su propio seno tiene la contradicción que genera una mayor pobreza  y devasta los recursos naturales, forzando a las personas a moverse de su lugar de origen en busca de oportunidades no solo de trabajo, sino también de vida”, explica Romo.

La pobreza siempre como origen, es también causa de explotación de mano de obra en continentes enteros.

“Si hablamos de la actividad económica en África, debemos aclarar que no hablaremos sobre la economía del turismo, sino del trabajo en la crisis de producción”, dice el doctor en Filosofía Serge Latouche, profesor emérito de Ciencia Económica en la Universidad de París-Sud y actual presidente honorario del Foro Ecologista de la Izquierda Italiana.

En ese continente, dice Latouche, agricultores y artesanos se ven obligados a incorporarse a la rama informal para que sus familias puedan subsistir. Se trata, afirma, de una variante de la esclavitud, en la que deben realizarse trabajos sucios e indignos para un ser humano.

“Todos ellos son obligados a inventar una suerte de tareas que son muy distintas a las tradicionales formas de trabajo. Esto incluye actividades legales, pero también ilegales. Y, ¿qué tan fuerte es esta corriente informal? Bueno, la economía mundial se cifra en tres pilares: agrario, comercial e industrial. Así que la economía informal es el cuarto de los pilares”.

Países como Tailandia e Indonesia comparten esa realidad con Marruecos y otras naciones africanas, en donde los obreros son explotados a cambio de una paga insignificante.

“La actividad informal está presente en todo el mundo, y eso hay que aceptarlo”, dice Latouche. “Pero hay actividades clandestinas que pueden verse más en Europa y Estados Unidos, y en ambos lados puede observarse la forma en cómo ha comenzado a fusionarse la ilegalidad con el sector informal”.

Eso es a lo que Romo llama una ecuación peligrosa.

“Cuando hablamos de legalidad es importante distinguirla de legitimidad o de prácticas de justicia”, advierte.”Todo imperio tiende a establecer como legales sus prácticas de dominación y las reviste con un traje de bondad o de bien común”.

Como blanco de estas perversidades, la sociedad ha sucumbido siempre a las manipulaciones del sistema, y esto los convierte en un mercado perfecto para cualquier tipo de negocio, incluido desde luego el de los grupos criminales y el clandestinaje.

Pretextando la delincuencia y explotando el miedo a ser víctima de ésta, dice Romo, se lucre con el comercio de armas de todo tipo. La manufactura de armas ligeras en el mundo creció un 25 por ciento los años recientes, a pesar de que ya estaban en circulación 500 millones de este tipo de armas.

“Desde el 11 de Septiembre de 2001 hasta el fin de ese año en Estados Unidos se vendieron dos millones más de armas ligeras para los ciudadanos. En ese mismo país 230 millones de armas de fuego están en manos hoy ‘legalmente’ de ciudadanos norteamericanos. Con ellas se cometen más de 300 mil homicidios anuales, y en todo el mundo se cometen otro medio millón de homicidios con dichas armas. Es decir, prácticamente una víctima por cada minuto”.

La industria criminal es sin duda la complejidad mayor del mundo global. Ella encierra, dicen los expertos, no sólo intereses de los grandes capitales, sino daños colaterales que han asumido millones de individuos.

“La globalización no existiría sin la Mafia, y viceversa”, dice Umberto Santino. “En ambas existen como puntos básicos los bienes, el dinero y las personas. Todo ello entraña una transfronterización, un equivalente a la interdependencia. El crimen en la globalización es algo muy grave. Y para llegar hasta aquí, la Mafia siguió todo un proceso”.

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