¿Bastará a López Obrador su popularidad para lograr que uno de cada cuatro votos ejercidos en el norte, sean para él? Es la pregunta clave de sus promotores en la región. Pero también lo es para sus adversarios del PAN y el PRI. Por primera ocasión, los resultados de la franja serán decisivos en la carrera presidencial.
Cruz Rodelas permaneció sentado más de tres horas en una jardinera de la plaza Mayor, en la ciudad de Chihuahua, en espera de Andrés Manuel López Obrador. El jornalero de 33 años, originario de Cuauhtémoc, había llegado junto a unos tres mil simpatizantes más, provenientes de municipios tan lejanos como Parral, para asistir al único mitin del candidato de la coalición Por el Bien de Todos.
“Como que uno sí le cree lo que dice en la tele”, dijo el hombre para justificar el traslado y el tiempo bajo el sol.
Más que el ejemplo de un acarreado, Rodelas era la imagen que permite al ex jefe de gobierno del Distrito Federal aspirar a un resultado inédito de la izquierda mexicana en la franja que conforman los estados del norte.
El jornalero y las más de cuatro mil personas que colmaron finalmente la explanada, anunciaron con su presencia el escenario inquietante que deja una disputa cerrada, y que al mismo tiempo concede a Chihuahua y otro puñado de estados del norte gobernados hasta hoy por el PRI o el PAN, una preponderancia que jamás tuvieron en elecciones presidenciales.
La votación máxima a favor del Partido de la Revolución Democrática y de cualquier otro instituto político de izquierda, no ha rebasado jamás los siete puntos porcentuales en Chihuahua, Nuevo León, Coahuila y Sinaloa, pero la popularidad de López Obrador hace posible considerar una captación del 25 por ciento, algo que le daría una victoria incuestionable en las elecciones del dos de julio.
“Nunca habíamos estado en una situación como la actual”, dice Rafael Espino de la Peña, el enlace del Comité Promotor Nacional para la Segunda Circunscripción electoral, que incluye a Chihuahua, Durango, Nuevo León, Tamaulipas, Aguascalientes, Coahuila, Querétaro y San Luis Potosí.
En ninguna de esas entidades el PRD ha trascendido, y exceptuando a Durango, donde el Partido del Trabajo tiene su mayor ascendente, el dominio absoluto ha sido del PRI y eventualmente de Acción Nacional. De hecho, en Monterrey, Saltillo y Chihuahua, la presencia de la izquierda provoca más escozor que sensación de una alternativa ideológica.
De ahí la sorpresa que mantienen los niveles de popularidad del candidato de la coalición.
“Hemos visto mucha simpatía por el Proyecto Alternativo de Nación, en particular por la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, y ese trabajo tiene que permear a lo que va a ser la contienda por las diputaciones federales y por la senaduría”, dice Espino. “Nosotros debemos traducir esa preferencia histórica por la izquierda, en votos”.
Diversos análisis y encuestas indican a los promotores de la coalición que un 15 o 16 por ciento de los habitantes de la región tienen intenciones de votar por el ex jefe de gobierno del DF, y creen factible que subirán al menos ocho puntos en los siguientes cuatro meses. Pero la meta, dicen los estrategas del PAN y el PRI, les será inalcanzable.
“El norte del país es la fuerza real del Partido Acción Nacional, sin olvidar el occidente con los estados que gobierna, y algunos estados del sur”, dice el diputado local Manuel Narváez, quien coordina las estrategias de captación del voto a favor de Felipe Calderón en la ciudad de Chihuahua. “Y en verdad veo difícil que López Obrador pueda ir más arriba en las preferencias regionales”.
Los sondeos de que dispone el PAN son la base empleada por Narváez en sus conclusiones. De acuerdo a los resultados, Calderón lleva una ventaja de aceptación, al menos en Chihuahua, muy por encima de sus adversarios: una intención de voto del 45 por ciento, contra un 40 por ciento de Roberto Madrazo y un lejano 15 por ciento favorables a López Obrador.
“Andrés Manuel subió muy fuerte, pero lo hizo muy rápido, antes de que comenzaran en forma las campañas”, dice el diputado de Acción Nacional para dar por sentado el triunfo de su candidato al menos en la franja de los estados del norte.
Las cifras de Andrés Carvajal de las Casas, el operador que tiene Roberto Madrazo para sumarle votos en Ciudad Juárez, son más cerradas que las de Narváez. Él dice que su candidato supera en seis puntos a Calderón y en más de 10 a López Obrador, al menos en el conjunto de los estados del norte.
En Chihuahua, por tanto, lo que se avecina no debe suponer ningún problema para ellos.
“De darse los escenarios que prevemos, que se repita al menos la votación que el priísmo y la alianza -porque también Reyes Baeza fue candidato del Verde Ecologista-, indiscutiblemente que nuestros escenarios son bastante favorables”, dice.
Carvajal de las Casas basa sus cálculos en la estadística de procesos anteriores. De cada 100 personas que votan, dice, 24 lo hacen por el PRI, sobre todo en los estados de la franja norte, como Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Durango.
“Un 20 por ciento no ha decidido votar, es lo que decimos los conservadores, o un 40 por ciento como dicen los liberales. Como sea, si nos vamos por el análisis conservador, 24 más 10 -que son los que votan mal o por partidos nuevos-, más 20, nos da un total de 54 por ciento, y quedaría un restante 46 por ciento para repartirle a otro de los partidos. Esa es nuestra estimación, y si nos vamos a los números que dicen los liberales, entonces la diferencia a favor nuestro será salvaje”.
La realidad, sin embargo, no es tan simple como sugieren los números. Algunos analistas políticos consideran que la desventaja notable con que maniobra López Obrador en los estados del norte, donde carece de estructura partidaria, puede remontarse y con ello conservar los ocho o nueve puntos de delantera que tiene sobre Calderón, su más cercano oponente.
Si bien parece que el candidato de la coalición Por el Bien de Todos lleva
una campaña ponderada e inteligente, requerirá de pericia suficiente para contener los ánimos que comienzan a agitarse al interior de su partido y de las otras fuerzas políticas que lo apoyan, dice Israel Covarrubias, catedrático e investigador del Centro de Estudios de Política Comprada, A.C..
“Los ánimos de algunos de sus círculos concéntricos de su partido, es lo que menos le ayuda al PRD para que pueda levantar su letargo territorial en el norte del país. De hecho, pareciera que hay una suerte de omisión deliberada frente a la estrategia territorial de aquella región. ¿Acaso están pensando que es una batalla perdida? Lo dudo, pero pareciera que no saben cómo descifrar al electorado norteño, y éste es un punto central de la contienda”, advierte.
EL NORTE DECIDE
El peso de los estados del norte ha sido en realidad poco en elecciones presidenciales. Si bien cubren más de un tercio del territorio nacional, su densidad demográfica y la cantidad de votantes los mantienen con influencia menor. De hecho, sólo Nuevo León y Chihuahua aparecen en el tercer bloque de estados generadores de más de un millón de sufragios en toda la franja.
Pero la disputa por unos cuantos puntos que prevén los analistas, para definir el triunfo entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, ha cambiado la preponderancia de los resultados que surjan en la región. Y eso les queda claro a los operadores del voto.
“Uno de los puntos más importantes para que el candidato llegue a ser presidente, es aumentar la votación en la franja norte”, dice Rafael Espino de la Peña, el promotor de las Redes Ciudadanas que apoyan a López Obrador. “Se trata de una zona que tradicionalmente ha ido del PRI al PAN, particularmente Chihuahua y Nuevo León, y en donde los partidos de izquierda han tenido una participación mínima, con votaciones del cinco por ciento histórico”.
Las encuestas más recientes siguen colocando a López Obrador como el candidato por el que piensa votar una mayoría de mexicanos, y la ventaja que mantiene de ocho a nueve puntos porcentuales sobre Calderón, el segundo adversario en las encuestas, puede cerrarse dramáticamente dependiendo de los resultados que se obtengan en las jornadas de Nuevo León, Chihuahua, Durango, Sinaloa, Coahuila y Sonora, coinciden los operadores de campaña.
Los estrategas de Felipe Calderón han operado relativamente bien hasta hoy. Manuel Narváez dice que sirvió mucho que el partido se mantuviera cohesionado después del proceso interno, y el hecho de que el candidato marque un deslinde con los escándalos que sacuden al gobierno de Vicente Fox es también una contribución enorme a los propósitos de convencimiento que ellos realizan.
“La ventaja de Felipe radica en que muy poca gente lo conocía hasta antes de ser candidato”, dice el diputado. “Y a través de estos meses ha crecido en popularidad como un candidato fresco, sin rupturas surgidas del proceso de selección, con una actitud muy firme en su postura respecto a la economía y la aplicación de la ley, y eso le gusta a la gente. Es cierto que hay una distancia para alcanzar a Andrés Manuel, pero el candidato del PRD lleva un descenso natural. Es como con los artistas: el problema no es llegar, sino mantenerse”.
Esa imagen de político fresco y sin cola que le pisen, es algo que los operadores de Calderón piensan detonar en el debate, pero también en la venta que hagan de su figura a partir de ese momento.
Se trata de un rasgo que probablemente lo haga emanciparse de sus rivales electorales y quizá también le sirva para capturar votos de los sectores sociales indecisos, dice Israel Covarrubias, quien es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Florencia y profesor en la maestría de Ciencias Políticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
“Con la idea de ‘yo tengo las manos limpias’, Calderón está insinuando que quizá no podrá ser lo altamente eficiente como espera la ciudadanía, pero por lo menos se compromete a ofrecer una suerte de renovación moral de la actividad pública”, dice.
En el caso de Roberto Madrazo, Covarrubias ve a un promotor de la eficacia, lo que de inmediato se hila con las formas organizacionales de contener y gestionar los dominios políticos.
“La idea de eficacia de Madrazo podría resumirse de la siguiente forma: no importa cómo se llegue, ni qué mecanismos y bajo qué criterios de legalidad-ilegalidad, lo que importa es la distribución de beneficios materiales hacia la ciudadanía; la idea de que él sí sabe cómo hacerlo. Y por eso mismo Madrazo, lo quiere entender o no, es sinónimo de una peligrosa y lamentable regresión autoritaria”.
La percepción ciudadana sobre cada uno de ellos es de importancia capital. Sobre todo en el sector que alimenta la mayor cantidad de votos en los estados del norte y que históricamente se le han negado al PRD: los adultos de entre 25 y 40 años, cuyo grado académico es de nivel profesional y profesional medio.
En el PRD están ciertos que los adultos mayores, las mujeres y los jóvenes menores a 25 años apoyan decididamente a su candidato. Pero no son ellos los que han decidido las elecciones.
“Eso tiene que ver a que estamos todavía en una sociedad en que el masculino de edad media, es quien tiene mayor privilegio, el que está en centros de decisión derivados del sistema imperante, y les cuesta más trabajo tratar de hacer un verdadero cambio. Y derivado de esos estudios, es que concentramos nuestra atención en ellos, y sobre todo en estos estados del norte”, dice Espino.
Pero el coordinador de las estrategias de captación del voto a favor de Madrazo, Andrés Carvajal de las Casas, está convencido que es justamente ese sector ciudadano el que a final cuentas revertirá las tendencias que hasta ahora mantienen en un tercer sitio al candidato de la alianza del PRI y el Verde Ecologista.
La razón: una propuesta mucho más completa y pensada.
“Un proceso electoral no es nada más la acción mediática; un proceso electoral es el tocar puertas, es el analizar, discutir y planear, el asegurar que las personas voten, el revisar su condición legal para votar, el que tengan sus documentos en regla, el estarlos visitando, el estarles insistiendo y en esta elección, ése es el trabajo y los que sabemos hacerlo somos nosotros”, dice.
Ese tipo de operación les hizo barrer con el PAN en las elecciones locales y federales de Nuevo León, Coahuila y Chihuahua. Los últimos dos procesos efectuados en el estado, de hecho no dejan dudas sobre cuan aceitada se encuentra la maquinaria priísta.
En las elecciones estatales de hace un año, el PRI ganó en 46 de los 67 municipios. En los que fue derrotado, únicamente dos son relevantes: Chihuahua y Cuauhtémoc. El resultado se previó desde las federales de 2003, cuando obtuvieron 47.35 por ciento de los votos, contra 37.54 del PAN y un lejano 6.23 por ciento del PRD.
Aunque el único estado de la franja norte en el que Madrazo tiene un respaldo absoluto es Chihuahua, Carvajal de las Casas cree que no habrá problemas para sostenerse en la punta de las preferencias, como él dice que están ahora.
“Tuvimos hace seis años un candidato al que no se le vio mucha enjundia para pelear y que dejó que el presidente le manejara la campaña. Madrazo es un candidato de pelea, no sabe perder, no conoce esa historia de perder”, dice. “El PRI no será quien se quede en el fondo a la hora de la elección”.
El panorama de una contienda que al final cierre en dos candidatos, como ocurrió en el 2000, es algo que desde ahora predicen varios analistas. Las estrategias por eso son bastante más concretas entre los dos punteros.
Las Redes Ciudadanas de hecho han ido más allá de lo que indica la lógica. Ellos comenzaron a penetrar con la oferta de López Obrador en dos distritos electorales cerrados a la izquierda: El Sexto de la ciudad de Chihuahua y el Tercero de Ciudad Juárez. Ahí reside el grupo de votantes que se les ha negado hasta hoy, el de los clasesimedieros de entre 25 y 40 años.
Espino dice que debe aprovecharse la enorme popularidad de su candidato, pero en ello se apuesta demasiado.
“La popularidad es una ventaja pero no es permanente”, advierte Israel Covarrubias. “Puede ser importante al inicio de la campaña pero al término, cuando se están ya perfilando las intenciones de voto, es difícil saber si con pura popularidad puede cerrar exitosamente un candidato.
“El elemento clave es, en efecto, la distribución territorial del voto, y como sabemos el PRD fatigosamente ha podido echar raíces sobre todo en los estados del norte del país. La popularidad no le va a dar para ganar la elección. Deberá defender y organizar sobre todo en la última etapa de la campaña una estrategia más pulcra para acercarse al electorado indeciso”.
En el 2000, sólo uno de los estados de la república votó a favor del entonces candidato del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas. En 11 obtuvo el triunfo Francisco Labastida, del PRI, y un abrumador 73 por ciento le dio los votos de la victoria a Vicente Fox.
La popularidad del entonces candidato del PAN es una analogía, al menos en impacto social, que encuentra Espino en Andrés Manuel López Obrador.
Al mitin del 15 de febrero en la plaza Mayor, en la ciudad de Chihuahua, el nivel de convocatoria que tuvo el candidato fue desproporcionado a la militancia local del PRD, su mayor postulante. Pero un jornalero como Cruz Rodelas puede ser el elemento que necesita para que uno de cada cuatro electores de la zona decidan por López Obrador.
“La gente lo sigue mucho. Y no es que uno le crea todo lo que dice, pero se ve que es un hombre congruente. Ya el tiempo dirá”.
Los resultados de la elección son una gran nebulosa incluso hasta para quienes están atentos de los mínimos detalles de campaña, como Covarrubias.
“Es difícil saber quién obtendrá el triunfo”, dice. “Calderón puede dar una campanada. Hay que tomarlo en serio. López Obrador debe profundizar y extender su estrategia, pues está cercándose él mismo el paso. A Madrazo lo veo lejos de ganar, muy lejos. Ahora bien, no hay que olvidar tampoco que el términos un poco conservadores, los indecisos están por arriba del 15 por ciento, que es un dato duro y están a la expectativa de lo que pase en las siguiente semanas, y sobre todo en las dos o tres semanas anteriores a la elección”.