Manuel de Jesús Clouthier del Rincón,  Maquío, llegó a la vida por Culiacán, Sinaloa, a casi cinco años del nacimiento del PAN. Fue un 13 de junio de 1934. En su infancia supo del amor y del dolor familiar. En su juventud hizo amigos entrañables, muchos fueron para toda la vida. 

Además de apasionarse por el futbol americano, proyectó su liderazgo en la asociación de estudiantes. Era reconocido por su honestidad y entusiasmo; tenía proyectos y propósitos claros; dijo una vez: voy a terminar mi carrera, regreso a Culiacán y en dos años me caso con Leticia Carrillo.

Formó una gran familia y sus diez hijos recibieron todo su amor, cuidados y ejemplos de congruencia y solidaridad. Empresario exitoso, diversificó su incansable actividad en la agricultura, ganadería e industrias afines. Su pasión era trabajar y preocuparse por el prójimo.

Sus empleados disfrutaban de las mejores prestaciones, lo cual preocupaba a sus competidores.

Uno de los objetivos de Maquío era servir a su pueblo. Las diversas organizaciones a las que pertenecía estaban afiliadas al PRI, él individualmente no lo hizo.

Su pasión de servicio lo impulsó a proponerse como candidato a Presidente Municipal de su ciudad. Lo intentó por el PRI, el “partido que siempre había gobernado”.
Consideró que él podía ser un buen presidente municipal de su natal Culiacán. Un grupo de simpatizantes presentó en las oficinas priístas una lista de 1,800 firmas, proponiendo su candidatura, pero Maquío no era de los suyos, el candidato fue designado desde la cúpula y Maquío concluyó que los cambios no podían venir de la política y que los empujaría desde las organizaciones empresariales ya que le reconocían su congruencia y valentía, por algo lo eligieron presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en 1978.
Ante la expropiación de la banca, en septiembre de 1982, Maquío difirió con las decisiones que se tomaron en la Confederación Nacional de Comercio (Concanaco) y la Coparmex que no querían enfrentarse al gobierno, las aceptó por ser decisión de la mayoría, pero empezó a buscar otras formas de expresar su inconformidad.
Participó en el movimiento llamado “México en la libertad” y en esas reuniones sus discursos insistían en que la exigencia y vigilancia al gobierno eran indispensables. Al no encontrar eco concluyó que las instancias empresariales tampoco eran el camino para promover los cambios que el país necesitaba.

Analizando esa realidad recordó los consejos de sus amigos panistas como Norberto Corella quien le había dicho “tarde o temprano te darás cuenta que la vía para el cambio es la política partidaria y el PAN es la mejor opción”, Maquío analizó también el repunte electoral de Acción Nacional en 1983 y los triunfos obtenidos en varios municipios y distritos importantes, pese a la impunidad con que operaba
la maquinaria electoral priista.
En noviembre de 1983, el PRI consumó otro de sus fraudes tradicionales en las elecciones del presidente municipal de Culiacán cuyo candidato fue su tío, compadre y amigo, Jorge del Rincón, a quien Maquío había apoyado.
La rabia e impotencia ante el descarado atraco terminó por hacerlo pensar seriamente en la lucha política. Finalmente se afilió al PAN en cctubre de 1984. No era muy común que los empresarios se afiliaran al PAN, había pocos de ellos en sus filas. Fue hasta después de la estatización de la banca que empezaron a acercarse.

Maquío se presentó por primera vez en un acto panista en Mérida; participó en el mitin de la campaña de Carlos Castillo por la alcaldía de la capital.

Sin importar las críticas que recibió de sus compañeros por su adhesión al PAN, Maquío asumió su nueva responsabilidad de militante con la intensidad que hacía todo en su vida. Puso su mira en la gubernatura de su Estado y aunque faltaban casi dos años para la elección, empezó a prepararse. La convención del PAN lo eligió candidato y de inmediato inició su campaña.

El PRI lanzó a Francisco Labastida y el gran dolor y decepción de Maquío fue el ver que sus mejores amigos y compadres se aliaron con el viejo régimen y le dieron la espalda.

El resultado de la elección fue inverosímil e ilógico. El PRI se adjudicó el carrocompleto. El fraude no sorprendió a Maquío. Ante 20 mil personas inició un movimiento ciudadano pacífico y enérgico para apoyar el reclamo democrático.
Como medida de presión el gobierno orquestó la invasión de sus tierras. Al ser invitado por un grupo de panistas para competir por la Presidencia de la República aceptó y realizó una gran campaña interna pues contendería con Jesús González Schmal de antiguo arraigo panista. Ganó la candidatura en la Convención en la primera ronda con el 70.21% de los votos.

Luis Álvarez como Presidente del Partido aquilató el valor y la fuerza de Maquío y condujo su impulso para llevar al Partido por los nuevos derroteros que se le abrían al partido para avanzar en el cambio democrático.

La campaña de Maquío, el proceso electoral y la defensa del voto, forman parte de la historia de los mexicanos por salir del autoritarismo e implantar la democracia. México había empezado a cambiar.
Maquío llegó a la política porque entendió la trascendencia de esa vocación.
Porque entendió que los hombres con aptitudes y talentos, si los orientan a las funciones de dirección, mando y ejercicio del poder, pueden crear las condiciones económicas y sociales para que cada una de las personas se realice a plenitud. Su inquietud y generosidad finalmente lo llevó al PAN, se incorporó a su causa y se lanzó a “mover las almas”. Llegó a Acción Nacional en el momento en que la vida del Partido en el contexto nacional despegaba hacia la victoria y él supo ver en sí mismo al líder que haría surgir los
recursos económicos y humanos que el momento requería.

Vivió el liderazgo intensamente. Había sido líder en su escuela, entre los empresarios, en su ciudad, en su Estado y finalmente en su país. Entendió el liderazgo como el servicio a los demás y la entrega a sus semejantes.

Maquío llegó al PAN en el momento en que éste tenía que dejar de pensar en términos militares: “ellos o nosotros”, “amigos o enemigos” y alentó a la dirigencia
panista a continuar, como lo había dicho Christlieb, el diálogo con el gobierno y  con las demás fuerzas políticas del país ya que en nuestra sociedad cada vez más di- versificada en lo político y en lo ideológico, ningún grupo podía ser el único actor.
Quiso acentuar en el PAN el valor de la pluralidad. Ayudó a que el Partido empezara a adecuar sus estrategias y a traducir sus principios en postulados concretos capaces de responder a los fenómenos de la modernidad, con los cuales la Institución tiene que convivir, aunque algunas de sus expresiones no las comparta.

Manuel Clouthier llegó Acción Nacional en el momento en el que el Partido debía pasar, sin perder su mística, del activismo testimonial a la política profesional y ética, pero no a una política como la oficial en la que había imperado la corrupción. Maquío aportaba sus valores personales y junto con su profesionalismo mezcló la ética con la entrega generosa. Él mismo se entregó en sus ayunos y plantones, sin demérito del profesionalismo y de su integridad interior.
Contagió entusiasmo para derrumbar la barrera de la indiferencia política que se refugiaba en el abstencionismo electoral y empujó a muchos a sustituir la cultura de la complicidad por la cultura de la participación. Movió las almas y fue trigo de prueba en el molino de la historia. No se cansaba de repetir “sólo está derrotado aquel que ha dejado de luchar”.

Maquío estaba convencido que en México sólo un sistema de partidos políticos sería capaz de asegurar la democracia.
Nuestro partido estaba ya en el momento en que las campañas electorales no debían ser sólo un testimonio sino acciones de eficacia electoral. Manuel Clouthier tuvo el valor de llevar sus actos hasta la altura de sus ideas.

Adoptó como suyas las ideas de Acción Nacional. Acicateado por su impaciencia, fue bajando nuestros Principios de Doctrina de lo abstracto a lo concreto y propositivo, como dijo Felipe Calderón: “El PAN dio sentido a su vida y Maquío dio nueva
vida al PAN”.

Tenía la decisión de cambiar a México; tenía la disposición de ofrecer hasta la vida por lograr cambios profundos y substanciales en la estructuras de su país. Quería transformar a México desde la raíz, desde su cause vital que no es otro que el del quehacer político. Su entusiasmo y actitud positiva lo hicieron exclamar “México no va a cambiar, México ya cambió”. A la vocación de eternidad fundadora del PAN, a la certidumbre de que no hay atajos y de que nada se conseguirá sin un largo esfuerzo, Maquío quiso adicionar la eficacia de la planificación que ayuda a lograr que las cosas sucedan. Ayudó a abrir
el camino del PAN y despertó la confianza y el deseo de seguir haciendo que las cosas siguieran sucediendo. El PAN empezó a ser parte del paisaje gubernamental de México y ahora tiene cada vez más vigencia la frase que Maquío repetía: “Hay que dejar de llorar por el México que se frustró, para empezar a construir el México
que todavía puede y debe ser”.

Tomado de la revista La Nacion

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