Los expertos prevén un año desastroso para los bosques mexicanos, pero sobre todo para los del noroeste de Chihuahua, en donde un puñado de hombres armados con rastrillos, enfrentarán unos 500 incendios forestales esta temporada, que inició en marzo.
Madera, Chih.-Desde lo alto de una torre de observación, a 2 800 metros sobre el nivel del mar, Gregorio Suárez domina una vasta extensión, de más de 25 mil hectáreas, a la que conoce veredas, atajos y cañadas.
El punto en la cumbre de las altas montañas cubiertas de pino, que hacen del ejido El Largo uno de los más ricos del país, se conoce como Cinco Puntos. Allí, y en otras seis torres estratégicamente colocadas en la inmensidad del bosque, Suárez y otro puñado de hombres se relevan día tras día en busca de señales de humo, el inequívoco presagio del fuego.
El Largo es el ejido más extenso del país, con 260 mil hectáreas, 13 veces más grande que la mancha urbana de Ciudad Juárez. Y para no disponer de helicópteros ni avionetas, las tareas para prevenir, detectar y combatir incendios forestales, resultan increíbles.
“Uno debe estar muy atento y no confundirse nunca”, dice Suárez, en el ocaso de un día de vientos helados que hacen inaudible sus gritos.
Es un trabajo solitario y tedioso, animado unos cuantos segundos cada hora, cuando se ponen en frecuencia los radios de los siete vigilantes y las brigadas de tierra, como llaman a los 30 individuos que patrullan la sierra con rastrillos, listos para zanjar en caso de incendios.
Son héroes desconocidos que operan sin pausas y que a partir de marzo, al iniciar la temporada de vientos, enfrentan el mayor desafío de los últimos cinco años. Los bosques de Chihuahua, pero sobre todos los suyos, ubicados al noroeste, han sido objeto de pronósticos desoladores.
La ausencia de nieve durante el invierno es consecuencia de una prolongada sequía que esta temporada, dicen los especialistas, multiplicarán incendios forestales en gran parte de México, y Chihuahua encabeza la lista de las regiones con mayor riesgo.
En el verano del 2000, un año similar al de hoy, se perdieron 2 mil hectáreas de bosque en El Largo. Ese año, de hecho, los bosques del estado fueron los más dañados por los siniestros, y las condiciones para repetir una temporada desastrosa son exactamente iguales.
“Estos últimos años han sido algo secos, en realidad no ha caído la precipitación promedio que teníamos anteriormente”, dice Luis Alfonso Domínguez Pereda, el encargado técnico forestal del ejido El Largo y Anexas. “Es una temporada difícil, muy parecida a la del 99 y el 2000”.
El agua es un problema grave en gran parte del estado. La ausencia de lluvias y la sobreexplotación de los mantos para el riego de tierras obligó, en marzo de hace dos años, a una declaratoria de desastre natural para 16 municipios de Chihuahua, cuatro de ellos circundantes a El Largo.
Reseca la maleza en las montañas, es fácil la generación de incendios. Para enero, de acuerdo con datos de la Confederación Nacional Campesina, la cantidad de incendios forestales en Chihuahua era mucho mayor a la de años anteriores. En 16 días, se tuvo registro de 12 siniestros en zonas de alta densidad de maderas finas.
El anuncio de un año desastroso no resultó una novedad para César Duarte, el líder de la CNC. Lo preocupante, dijo, es la falta de apoyos de las dependencias federales encargadas de apoyar la conservación de zonas naturales.
“No hay helicópteros ni herramientas para combatirlos”, denunció los días posteriores a los 12 incendios de principios de año.
CON PURO VALOR
Javier Arellano es un hombre joven, aunque parece mayor a los 60. Tiene 43 años, un cuerpo encorvado y el rostro ajado. Viste una camiseta y una gorra del mismo color naranja, que lo distinguen como apaga fuegos de los silvicultores de Tutuaca, en el municipio de Basaseachic.
En seis años que lleva abriendo zanjas por el monte para contener incendios, él mismo dice que fue consumiéndose.
Arellano y otros seis hombres deambulan diariamente por los extensos bosques de su ejido, y aunque pasan días o semanas sin ver más acción, un incendio los puede matar de cansancio.
“Hace poquito nos la vimos difícil”, dice. “Nomás entre cinco tuvimos que apagar una lumbre de 20 hectáreas”.
Cavaron zanjas, desmontaron hierba y cortaron árboles durante 18 horas consecutivas, sin descanso y sin alimentarse. Sólo bebieron agua y maniobraron con rastrillos y una moto sierra.
El medio día del nueve de marzo, cuando Arellano y sus compañeros de faena regresaban a su casa, habían recogido un equipo nuevo pero igual de precario, en el arranque de la campaña Combate de Incendios Forestales, en Madera. Las autoridades les dotaron de rastrillos nuevos, pantalones de mezclilla y camisas de algodón.
“Debemos involucrarnos todos en esta responsabilidad que es del estado, pero que nos compromete a todos como ciudadanos”, les dijo José Vázquez Fernández, el alcalde de la ciudad.
Desde ese día y hasta finales de mayo, Arellano y el resto de las brigadas de apaga fuegos esperan los peores incendios. Ellos creen que trabajarán sin descanso en el combate de unos 120 siniestros, en una extensión boscosa que se extiende por cinco municipios: Ocampo, Temósachi, Guerrero, Moris y Uruachi.
En esas misiones no hay alternativas, dice José Luis Escárcega, un productor de madera de la Unión de Regiones Forestales. La falta de lluvias, explica, hacen inevitables los incendios.
“Sabemos que en esto se gastará mucho dinero, que la inversión es costosa, pero es más caro perder nuestros bosques”, dice.
Los apaga fuegos como Arellano ganan 130 pesos diarios y trabajan seis días por semana, jornadas de 12 horas. Tienen una capacidad de respuesta promedio de 30 minutos, pero en ocasiones demoran horas en llegar al punto de conflagración. La causa principal de los incendios en esa zona de Chihuahua, dice Escárcega, es el descuido: 65 por ciento de ellos nacen de las colillas de cigarro que se arrojan al suelo.
SEQUEDAD ABSOLUTA
El noroeste de Chihuahua fue identificada apenas en enero como una zona con alto valor del índice de propagación por el Sistema de Información de Incendios Forestales, igual que el noreste de Sonora.
Esto implica que el bajo índice de humedad volverá mucho más intensos y peligrosos los incendios forestales en ambas regiones. Eso es lo que preocupa a los ejidatarios de El Largo, cuyos bosques colindan con los de Nácori, en Sonora.
A través de los meses, ellos han dialogado con autoridades federales para pedirles que las delegaciones de la Semarnat y la Conafor concentren esfuerzos de prevención en la sierra de Sonora colindante con Chihuahua, y lo mismo en la frontera con Sinaloa, donde los cultivos de amapola y mariguana hacen imposible la incursión de los brigadistas.
“Lo que sucede aquí”, dice Luis Alfonso Domínguez Pereda, el técnico forestal del ejido El Largo y Anexas, “es que los vientos tienen una predominancia de oeste a este, y entonces el avance de los incendios, cuando hay aire, es muy fuerte de allá hacia acá”.
La explotación de los bosques en el lado de Sonora es muy baja, y eso influye en el descuido de la zona. Por eso cuando nacen incendios nadie los sofoca, y al entrar al territorio de Chihuahua la mayoría de las veces son ingobernables, pues llegan crecidos y furiosos.
Desde la torre de observación en Cinco Puntos, Gregorio Suárez mantiene su vista puesta hacia el oeste. Desde allí, tiene una vista perfecta de los 26 kilómetros lineales que existen entre esa cumbre y la cordillera que divide a los estados. Pero son kilómetros inexpugnables para cualquiera que no sea el guardabosques.
“Esta región la conozco como a la palma de mi mano”, dice Suárez. “Le conozco cada detalle”.
Debe serlo. De otra manera no podría distinguir la ubicación exacta de una cortina de humo o de llamas trepándose por las copas de los árboles, y además guiar a las brigadas de tierra en forma precisa, para no meterlos al centro de un incendio.
Tanto él como el resto de los torreros del ejido han debido aplicarse. Entre enero y marzo, la Comisión Nacional Forestal emitió un reporte de saldos negativos. En siete años, ningún arranque de temporada de incendios dejó tantos daños como los registrados entre enero y marzo.
Hasta el nueve de marzo, el día en que arrancaron las campañas preventivas en Madera, la Conafor ofreció una lista de los estados más afectados por el fuego en sus bosques: Chihuahua ocupó el cuarto sitio, por debajo del Distrito Federal, Puebla y Michoacán.
“Son las causas por las que no escatimamos en campañas preventivas. Cuando faltan helicópteros y químicos, lo mejor es la prevención, la detección oportuna y el combate de los incendios antes de que se crezcan”, dice Domínguez Pereda.
Tan sólo en su ejido se invertirán este año un millón y medio de pesos para tal efecto.
A 2800 metros sobre el nivel del mar, en la altura solitaria de la torre de Cinco Puntos, una inmensidad verde demanda concentración.
“Ahorita todo está en calma, y queremos que así se mantenga. Pero uno nunca sabe: estos vientos son muy traicioneros, y de pronto un cigarro o la brasita de una lumbrada, hacen que todo arda, así como está de seco”, dice Suárez, el vigilante de las cumbres.