Rafael Núñez: ¿Qué opina usted sobre el hecho de que, desde principios de este año, un buen número de analistas políticos en México han estado diciendo que realmente no hay nada que celebrar durante este año 2010, que marca el bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana, debido a la difícil situación que enfrenta en la actualidad el país?
Enrique Krauze: Creo que hay mucha demagogia y mucha tontería alrededor del tema del significado del bicentenario. Por supuesto que México es un país que tiene derecho a celebrar 200 años de Independencia porque, al igual que toda América Latina, algo hemos hecho y algo hemos construido, es decir, no podemos ser a tal grado negativos y derrotistas como para decir que nada se ha hecho.
Claro, la revolución [mexicana] prometió una utopía, pero todas las revoluciones prometen una utopía. Ahí están de ejemplo la revolución cubana, la china, la rusa. Es más, dentro de todas las revoluciones del siglo veinte, pienso que la mexicana, después de todo, no estuvo tan mal. Mal,… pero no tan mal. Es decir, prometió seguridad social y, bueno, pues ahí está el Seguro Social. Prometió cierta protección obrera; bueno, se creó una clase obrera, una reforma agraria. Hubo y hay instituciones educativas. En fin, los ejemplos de lo que se logró son muchos.
[Actualmente] hay un derrotismo, casi diría yo una especie de depresión nacional que se esta traduciendo en que muchos intelectuales… ahora ya no hay tantos intelectuales, sino comentaristas públicos que se creen intelectuales pero que no han publicado ni siquiera su primer libro; claro, tienen 50 años de edad, hay que esperar, pero a la no muy tierna edad de 50 años seguimos esperando su primer libro… Pero muchas de estas figuras que son famosas, señoras y señores que suenan mucho, son muy frívolos. Hay mucha irresponsabilidad y mucha frivolidad en todo esto. México tiene muchas cosas que celebrar. También muchas cosas que lamentar. Es mucho lo que México construyó. Es mucho lo que destruyó. Es mucho lo que le faltó construir. Lo que nos hace falta, siempre, es una visión ponderada, equilibrada, concreta. Entonces, vamos a ver: ni estamos tan mal como Tanzania,… Por ejemplo, no somos un país racista. No somos un país que tenga tensiones religiosas. No somos una nación que tenga parte del país separándose de otras partes. Tengamos un punto de vista comparativo: lo que tenemos es un país que tiene un problema de seguridad muy serio, y que tiene que resolverlo dentro de los márgenes de la democracia. Porque antes, el modo de resolverlo era mediante una dictadura. Un poder centralizado muy grande enfrenta mejor los poderes locales que un poder central débil, como el que tenemos ahora. Resolverlo creando un estado de derecho es algo que nos va a costar un par de generaciones. Pero junto a esos problemas, ha habido avances, incluso económicos. México no está en los niveles de pobreza que la demagogia quiere hacernos creer. En suma: en la opinión pública mexicana hay mucha confusión, mucha mentira, mucha demagogia, mucha frivolidad. Hay una exageración absurda que no está basada en datos. Voy a dar un dato: acaba de salir un estudio que publicaron juntos Luis de la Calle y Luis Rubio, que se llama “Clasemedieros”, donde se demuestra que un sector muy importante del país es como un primer escalón de clase media. [Las personas de este sector] tienen su casa, tienen su televisión, su refrigerador, su empleo, etc. Es decir, si nos vamos por indicadores objetivos, México no lo ha hecho tan mal. ¿Qué se necesitaría [además]? Bueno, se necesita un conjunto de reformas pragmáticas, que no se están haciendo precisamente porque la clase política, la clase intelectual, y la clase académica son muy retrógradas. Son muy poco visionarias y muy poco inteligentes. El país necesita urgentemente, por ejemplo, una reforma energética. ¿Porqué Brasil sí puede tener un Petrobras (Petróleo Brasileiro, S.A.) aliado a la iniciativa privada y fabulosamente exitoso, mientras nosotros tenemos una empresa como la que tenemos? Bueno, porque hay muchos intereses creados y muchos mitos. [México] es un país que se mueve por mitos.
En fin, es un país que tiene enfermedades mentales y sociales serias, pero una de las enfermedades mentales mayores es negar que hemos hecho algo, negar que hemos logrado algo. Entonces, ahora el derrotismo se ha vuelto políticamente correcto. Lo que quiero decir es que un país enfermo de “political correctness”. Entonces basta que una señora o un señor se levante en un congreso y hable mal de México para que todo mundo le aplauda. ¡Claro,… que valiente! ¿Contra quién está lanzando esas “valientes” declaraciones? Pues contra nadie. No sirven más que para ganarle votos. Es decir, hay un malestar moral en México. Así pues, México está enfermo. Pero de ahí a decir que no tenemos nada, y que no somos nada, y que no hemos hecho nada…
La gran lección que tendría que aprender el país es la lección de los migrantes. ¿Qué están haciendo los migrantes? Son personas que vinieron a vivir aquí a Estados Unidos. Dijeron: “Yo soy mexicano. Tengo orgullo de mis raíces y de mi historia. Pero yo tengo una familia, y aun cuando no tuviera familia, yo tengo que construir una vida. Y el país no me está dando lo necesario para eso. Así pues, mi mejor salida es salirme del país. Eso que están haciendo esas personas es un voto con los pies. Eso es lo que el país tendría que hacer. Es decir, buscar una modernización como la que buscan en sus vidas personales esos migrantes. Pero claro, como digo: es un país lleno de mitos y mentiras todavía.
R.N: ¿Usted cree que la lamentación y el derrotismo sean parte del carácter nacional, o sea, de la esencia o del espíritu del mexicano, como parece esbozarse en “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, o el mismísimo “Laberinto de la Soledad” de Octavio Paz?
EK: Yo no lo creo. ¿Y por qué no lo creo? No lo creo por los millones de mexicanos que, lejos de lamentarse, vinieron a Estados Unidos, o están haciendo cosas activas en México. Yo no creo que exista un carácter nacional único. Yo creo que hay gente muy diversa en México.
Creo que el problema es un problema de liderazgos. Tenemos una gran decepción con los liderazgos en México. Salinas decepcionó. Fox decepcionó. Habló de dos líderes, ¿no? Porque cuando se habla de [Felipe] Calderón, no se puede decir propiamente que sea un líder. Es un presidente lleno de problemas. Y el peligro está en que vaya el país a caer en algún liderazgo mesiánico, como el que representa ese señor [Andrés López Obrador]. Eso sí sería una desgracia, porque entonces sí tendremos una nueva Venezuela. Porque lo más fácil es decir: “Todo está mal y la solución soy yo”. Está bien, pues. Entonces sólo hay que ver a Venezuela… No creo que haya habido en la historia de América Latina, o a lo mejor en la historia en general, un despilfarro de riqueza petrolera como el que algún día vamos a descubrir que existió en Venezuela. Nunca ha habido tanto despilfarro. Y en un país que, además, sigue en la pobreza, con una inflación terrible, con una criminalidad terrible, y todo debido a que un hombre capta la fe de un pueblo inocente.
Si algo se aprendió del siglo veinte en el mundo, es que los liderazgos mesiánicos conducen a los pueblos a la ruina. Y no sólo al pueblo venezolano, también ese mismo mesianismo condujo al pueblo alemán, y al pueblo cubano. Ahora ya, 50 años después, los hermanos Castro Ruz (Fidel y Raúl) descubren que es bueno que la gente tenga sus “negocitos”. Y entonces ponen en la calle a 500 mil personas que nunca en la vida han sabido que es un puesto de naranjas. El camino más largo al capitalismo es el que va desde un comunismo de raíz. Es el ensayo humano de los más costosos. Pero el más caro es el venezolano. Ahí fueron, creo yo, 500 mil millones de dólares tirados.
RN: ¿Usted cree que hoy en día la izquierda mexicana siga trasnochada con el comunismo y/o el marxismo, como fue el caso en los 60s, 70s y 80s, y como lo apuntó usted en su obra “Textos Heréticos”?
EK: Sí, pero la izquierda mexicana ya no es marxista. No ha dejado de serlo en parte, sobre todo en la academia, donde hay una especie de post-marxismo. Pero la izquierda mexicana ha evolucionado. En parte porque se ha vuelto más moderna, porque ha gobernado. Pero el gran problema de la izquierda mexicana es que muchas personas quisiéramos que México tuviera un gobierno de izquierda como los que hubo en Chile, o en Brasil, o en España. Pero el problema es el mesianismo. Esa izquierda se volcó a favor de Andrés López Obrador en el 2006 y en una medida importante sigue ahí. Entonces estamos hablando de una izquierda que no se renovó. Que no pensó en que lo verdaderamente progresista es buscar la renovación. ¿Cómo hacer que México progrese como Brasil? Mencionaba antes el ejemplo de Petrobras. Imagínese una izquierda que pensara así. Qué maravilla, ¿no? Pero no, sigue pensando en términos muy doctrinarios, muy dogmáticos, muy abstractos. Creo que es el mesianismo sumado a ideas ya hechas. Quiero ser concreto: vuelvo al tema del petróleo. Cuando en el 2007 se estaba discutiendo el tema de la importancia de que México abriera su sector petrolero, la primera oposición fue de la izquierda. Entonces si se les dice: ¿Por qué no podemos tener una compañía como Petrobras, o tener relaciones con Noruega? Y entonces ellos contestan que porque es un tema de soberanía, y porque eso no lo quiere el pueblo. Son puras respuestas dogmáticas y demagógicas. Pero son respuestas muy arraigadas en la mentalidad de izquierda.
En cierta forma, “Textos Heréticos” es un libro fechado, datado, pero al mismo tiempo es un libro que tiene varias cosas que son vigentes. Yo a ese libro lo titulé “Textos Heréticos” porque en aquellos tiempos que se publicó (principios de los 90s) era una herejía decir todas esas cosas que se exponen en esa obra.
Pero volviendo al tema de la izquierda mexicana hoy en día: yo pienso que lo que hace falta es sentido común y sentido práctico. Y no sólo la izquierda carece de sentido práctico. Tampoco los políticos de derecha tienen sentido práctico.
Muchos de ellos, los de izquierda, pertenecen al mundo puramente académico. Y entonces ser académico en México es una posición muy cómoda. Ganan muy buen dinero. Gozan de una especie de “tenure” vitalicia (puesto asegurado, puesto permanente, puesto de por vida), y el dinero viene del gobierno. Entonces, ¿para qué cambiar? Pueden, además de tener un buen nivel de vida, de clase media alta, pueden hasta tener la conciencia tranquila de estar atacando al capitalismo y a Estados Unidos. Entonces estamos hablando de que las élites, las minorías rectoras, políticas e intelectuales en México, le deben mucho al país. La crisis en México es sobre todo de las élites.
RN: Su obra “La Presidencia Imperial” hablaba de que en México los presidentes, por lo menos hasta Salinas, eran una especie de emperadores, con vastos poderes y una discrecionalidad ilimitada. ¿Esto sigue siendo el caso en la actualidad?
EK: El presidencialismo imperial se acabó. El que enterró eso fue [Ernesto] Zedillo. Y ya cuando se tiene un congreso de verdad, como el que tenemos hoy en día, y un poder judicial que es de verdad, y unos gobernadores que son poderosos, pues se puede decir que México se ha convertido en una democracia imperfecta. Se le puede llamar lo que se quiera, pero [hoy en día] es un país democrático. Hay libertad de expresión, hay elecciones limpias. Pero claro está que nadie valora esto. Ni lo ve, ni lo valora, ni le importa, y de hecho lo toma “for granted” (es decir, lo da por sentado).
El presidente Fox salió muy novato. Prometió mucho, y parecía que iba a ser un gran líder. Pero fue un gran líder sólo en la campaña, y fue un presidente, diría yo, muy defectuoso. Dejó ir unas posibilidades de reforma que ya no van a volver. Tenía un consenso que perdió. En fin, fue muy irresponsable porque no supo ver o entender bien de qué se trataba. Y Calderón está en una dura situación. Ha sido una presidencia acotada, dificilísima. Ahora sí que le tocó la tormenta perfecta. Ha tenido crisis naturales, ecológicas, de salud, económicas, mundiales, y de criminalidad y muchas otras cosas. Como se solía decir años atrás: se sacó la rifa del tigre, y yo supongo que todas las noches está nada más soñando con que a ver cuando se sale esa fiera de la jaula. Pero reitero: el presidencialismo imperial en México ya no existe, ni debe volver a existir.
RN: ¿Qué piensa usted de los tremendos niveles de violencia que se han desatado en las ciudades mexicanas fronterizas con Estados Unidos, y del hecho de que ahora los hechos violentos relacionados al narcotráfico se han extendido hacia muchos otros puntos del interior del territorio mexicano, como por ejemplo a Torreón, a Michoacán, etc., etc. ¿Cuál es su opinión sobre toda esta problemática?
EK: Es una guerra que tenía ocurrir. No la vimos venir, pero es una guerra que tenía que ocurrir porque el mercado de las drogas está aquí, las armas están aquí. Y cuando el estado mexicano dejó de ser monolítico, y se dispersó en fuerzas centrífugas, eso liberó a muchos poderes locales. Algunos buenos, como los poderes municipales, etc., o sea, los poderes formales, y otros malos, como los poderes de las drogas, los cárteles. Es una desgracia nacional, pero tenemos que aprender a verla de frente, y a enfrentarla, y la única forma es mediante un conjunto amplísimo de medidas, todas fragmentarias: las cárceles; las aduanas; la relación con Estados Unidos; el seguimiento de los flujos financieros; una buena policía. Es una labor que nos va a llevar dos generaciones. ¿Se puede ganar? Sí se puede ganar. Ganar totalmente no, pero se puede ganar como Colombia la está ganando.
RN: Hay muchos observadores y analistas políticos en Estados Unidos que dicen que esta guerra es la guerra de Calderón contra los cárteles del narcotráfico. ¿Usted está de acuerdo con esta observación?
EK: Esa observación es una estupidez, una simpleza. Es una forma psicológica absurda de bloquear la realidad. Culpar a Calderón de eso es ridículo. Supongamos que no hubiera habido acciones por parte de Calderón. ¿Entonces qué hubiera pasado,… los barones de la droga hubieran tenido un pacto de caballeros? No, la vida real no es como [la película] “El Padrino”.
RN: Por último, recientemente murió en la Ciudad de México el escritor, dramaturgo, columnista y locutor Germán Dehesa. ¿Qué recuerdos guarda usted de él?
EK: Era un cronista muy querido, muy leído. Era un gran cronista de la vida cotidiana, y además fue un hombre que luchó cívicamente por México en muchos momentos. Yo no fui un amigo muy cercano de él ni mucho menos, pero sí nos conocíamos, y recuerdo una cosa curiosa: lo conocí desde muy jovencito. Era muy culto, y recuerdo que de jóvenes jugábamos futbol americano. Entonces en una entrada o “tacleada”, le rompí el dedo meñique. Entonces Germán siempre andaba con el meñique chueco, y aún muchos años después, siempre que nos topábamos, me apuntaba con el meñique y me decía: “Esto es por ti”. Él tenía un gran sentido del humor, y por eso, siempre que me enseñaba su meñique chueco, de inmediato, sin poder contenernos, los dos nos soltábamos riendo a carcajadas.