Después de aquel día en que abordó un avión para huir de la Ciudad de México, las cosas no volvieron a ser iguales. La vida de Michael Jackson terminó allí.
El 27 de junio de 1992 Michael Jackson maravilló al mundo. Provisto de una sofisticada mochila propulsora se elevó varios metros por encima del escenario para arrancar el alarido de una multitud en el inicio de lo que sería su última gira mundial, la Dangerous Tour, en Munich. Era el ascenso de un rey frente a sus súbditos, el cumplimiento fiel a una promesa lanzada los días previos, cuando dijo que ofrecería el más soberbio de los espectáculos en la historia de la música. Y no defraudó a nadie.
Jackson irrumpía precedido de un estruendo desquiciante, una batería de explosiones y juegos pirotécnicos que simulaban el cielo abriéndose al paso de un dios. Después deshacía las nubes en una lluvia de ritmos para volverse el único ser del planeta capaz de controlar el deseo de los demás. Esa sería la última vez que volaría. Meses más tarde iba a convertirse en un ángel caído, al pagar como pocos sus excesos. De pronto, el legendario rey del pop se convirtió en el blanco de todas las burlas.
Los presagios del derrumbe asomaron en agosto de ese año, cuando Jackson hizo pública la suspensión de su gira en Bangkok. Los rumores de una acusación de abuso sexual en contra de un niño de 13 años lo hicieron perder el equilibrio. Sin embargo, el verdadero drama lo vivió encerrado en el lujo sin brillo de la suite principal del hotel Presidente, en la Ciudad de México, a donde llegó en octubre para reanudar la gira y acallar murmullos, y de donde debió salir en un estado lamentable, ayudado por la responsable de otra de sus enfermizas pasiones, Elizabeth Taylor.
Por casi tres semanas se abandonó a su suerte, instalado junto a su séquito de 170 individuos en el piso 42 del hotel de Polanco, en donde casi muere. El artista prodigio, el hombre de los mil traumas, iniciaba una especie de moonwalk en su vida real, una regresión de la que nunca más volvería a reponerse.
El éxito
-Qué va a suceder cuando tu voz cambie.
-Pues sólo voy a cambiar.
-Y ¿crees que continuarás cantando?
-¡Oh, sí!
Michael Jackson fue un niño prodigio. Nacido el 29 de agosto de 1958 en Gary, Indiana, alcanzó la fama bajo el cobijo de sus hermanos antes de cumplir los nueve. De hecho, sus historiadores dicen que cantó ante un público por primera vez en el otoño de 1963, cuando tenía cuatro años, en el Jardín de Niños al que acudía. Si bien la presencia de los Jackson Family en el mundo de la música es parte de la historia, Michael fue el centro del conjunto, el que acaparó reflectores y robó cámara a cualquiera de sus ocho hermanos.
Los Jackson debutaron profesionalmente en 1967, y un año más tarde grabaron cuatro sencillos para el que entonces era un sello discográfico de carácter local en Detroit, la compañía para negros Motown, cuyo dueño, Berry Gordy, los llevó a la cumbre en unos cuantos meses.
Dos años más tarde, Diana ross, la reina negra de la música pop, descubrió por casualidad al grupo. Maravillada por lo que ella misma ha considerado un prodigio artístico, los condujo de la mano en la brecha final rumbo al estrellato. Ese año los presentó en televisión con el tema “I want you Back”, que de inmediato se colocó en el número uno de las listas norteamericanas.
De 1970 a 1972, los hermanos no sólo pasaron de ser unos fenómenos dentro de la industria, sino que también cambiaron de nombre para ser identificados como The Jackson Five. Los número uno continuaron hasta el cenit del superhit “I’ll Be There”, a principios de esa década.
La fama les llegó en paquete. Además de ser estrellas en su propio espacio de televisión, fueron objeto de una serie de dibujos animados en donde se empleaban tanto sus figuras como sus melodías. Eran los primeros años de gran fama y desde entonces la figura central era Michael, el más pequeño de los cinco.
El siete de octubre de 1971, a los 13 años, Michael Jackson grabó su primer single. Se trataba de “Go to Be There”, un tema que dio título a su primer álbum solista, lanzado el 24 de enero de 1972. El cuatro de agosto de ese mismo año, “Ben”, el segundo LP, lo distinguió como el más prolífico de los hermanos, un estatus que jamás perdería.
Esa forma de borrar casi por completo a sus hermanos le trajo algunos problemas familiares, según ha dicho su hermana La Toya, en su libro autobiográfico, descalificado y aborrecido por sus hermanos y padres. Michael, sin embargo, ha negado que los celos hayan sido reales, o al menos evidentes entre el resto de la banda.
El 1993, durante la primera entrevista en televisión que concedió en su vida adulta, Michael dijo a la polifacética Oprah Winfrey que jamás sintió rechazo o envidia del resto de los Jackson.
-¿Tus hermanos sintieron celos cuando empezaste a obtener toda la atención?-, preguntó Oprah.
-No que yo sepa. No-,dijo Michael.
-¿Nunca sentiste los celos?
-Permíteme pensar… No. Al contrario: pienso que ellos estaban contentos por mí, porque pudiera hacer algunas cosas. Yo nunca he sentido celos de ellos.
Un viejo enano
Michael Jackson era un enano viejo, como dijo alguna vez Smokey Robinson. En los primeros años de su vida no escuchó calificativos adversos. Siempre señalaban su genio. En cualquier lugar donde pusiera un pie, las adulaciones no esperaban. Era un hombre de 45 años metido en el cuerpo de un niño de 10, decían.
“Las personas aún me siguen preguntando si estaba conciente de lo bueno que era. Y, bueno, la verdad es que nunca estuve conciente de ello, nunca lo pensé así. Yo sólo me paraba y lo hacía, sin prestar atención a lo que verdaderamente ocurría”, dijo el mismo Michael a los 35 años, cuando aún era el todopoderoso del pop.
Al mismo tiempo que aumentaba la popularidad, crecía la presión hacia él, por encima de cualquier de sus hermanos. En un fenómeno nunca antes visto, Michael llevaba una carrera paralela a la de los Jackson Five, con quienes no solamente competía en la cúspide de las listas de popularidad, sino a quienes derrocaba constantemente del primer sitio.
Con su cuarto álbum en solitario, “Forever Michael”, editado en 1975, las cosas tomaron su balance definitivo. Mientras Michael se entronaba sus hermanos entraban en declive. La edad había restado curiosidad y méritos a la banda. Pese a todo, un año más tarde firmaron contrato con el sello Epic. Jermaine, quien había desposado a una de las hijas de Gordy, abandonó a The Jackson Five, provocando con ello la desaparición de la alineación original de la banda.
En 1979 los Jackson colocan el que es considerado el último de sus superhits con el lanzamiento de “Off the Wall”, levantando con ello un revuelo que no veían desde la primera mitad de la década. “Blame in the Boggie” y “Shake your Body” inundan las discotecas y estaciones de radio. Era el reencuentro con el gran público. Pero Michael ya llevaba su curso. En ese tiempo conoció a Quincy Jones, quien definió para siempre su futuro.
Michael tomó los 80’s como la década de su consolidación total. Pero su vida personal no era igual de maravillosa. Los 15 años transcurridos hasta entonces fueron lo más parecido al infierno, una vida cargada de abusos y humillaciones que le dejaron traumas imborrables, y en ellos puede hallarse el origen de la estrepitosa caída que sufrió su trayectoria en 1992, y el colapso también de su mundo privado.
La cúspide
En 1982 Michael Jakcson sorprendió al mundo con un álbum espectacular, el mejor que se haya manufacturado en la historia del pop. Pero no fue eso lo que conmovió al mundo, sino su nueva apariencia. La primera imagen del hombre reconstruido irrumpía la escena con un video de época. Vestido con pantalones negros y camisa de olanes, sombrero, guantes, zapatillas de charol y medias blancas, Jackson caminaba por las calles oscuras iluminando cada paso que daba, como lo haría sin metáforas los años siguientes.
Con “Thriller”, Michael hizo lo que nunca nadie. El álbum alcanzó el estatus de multiplatino en menos de tres semanas y se convirtió, al paso de los meses, en el más vendido de la historia. A 25 días de su lanzamiento alcanzó los 45 millones de copias.
Es la joya más pulida del pop creada por el viejo enano. Además de “Billie Jean”, tres elementos adicionales lo condicionaron en la mente de millones de personas: los legendarios duetos con Eddie Van Halen en “Beat It” y Paul McCartney en “The Girl is Mine”, y el video de la pieza que dio nombre al álbum, donde se le veía danzar entre muertos a rito de funky y algunos rasgueos de rock.
La cosecha siguió a lo largo de la década. En 1984 grabó el que sería el último de los discos con The Jackson Five, con quienes debió realizar una gira ante las presiones de la familia. Al año siguiente fue coautor, junto a Lionel Richie, de “We Are The World”, el tema que capitalizó la ayuda humanitaria para los hambrientos de África.
El disco con sus hermanos fue bueno: bien arreglado, tocando rincones del rock, pop y funky, pero nada próximo a sus producciones. La gente ya no quería a la familia, lo quería a él solo.
Michael Jackson coronaba su trayectoria con cualquier movimiento. Era una suerte de Midas que logró amasar una fortuna de más de 200 millones de dólatres antes de cumplir los 25 años, y que al mismo tiempo volvió millonarios a ejecutivos, músicos, representantes y productores que trabajaban con él, en esos años de ventura.
Con Thriller y “Bad”, la producción que le siguió cinco años más tarde, logró ser poseedor de los dos álbunes más vendidos hasta entonces. Ostentó el récord de más audiencia para un concierto y se convirtió en el primer artista en recibir ocho Music Awards. Firmó el mayor contrato discográfico por 15 millones de dólares, y posee el mayor contrato artístico de cuantos hayan existido: un billón de dólares con Sony Music.
Pero igual que su fama, crecía la frustración y la excentricidad.
“Michael sigue esa ley no escrita del mundo del espectáculo que impide hablar negativamente de sus colegas”, dijo en una entrevista para El Clarín uno de sus representantes, en 1991.
En privado, sin embargo, menospreciaba el éxito de sus rivales como Bruce Springsteen y Mick Jagger. A Prince, quien con “Purple Rain” le disputó el título de rey, lo desestimaba. Por eso le dolió como nada el golpe a su ego de ídolo cuando en 1989 se nombró a Madonna artista de la década.
“Michael es sensible a los reconocimientos tanto oficiales como a los intangibles. Envidia a sus colegas como Elvis, Frank Sinatra o Bruce Springsteen, que han alcanzado la suficiente estatura mística para ser conocidos por sus motes: El Rey, La Voz, El Jefe”, dice una de sus miles de páginas autorizadas en Internet.
Puede que sea verdad.
Por años, Michael Jackson intentó en vano ser reconocido como el rey del soul y el pop. Nadie lo llamó nunca así, a pesar de las múltiples insinuaciones que hicieron sus publicistas y representantes. Era y es simplemente Michael Jackson.
El niño sufre
La figura de Michael Jackson a principios de los 90’s llamó la atención no por la extravagancia de su cuerpo y sus ropas. La imagen que se afianzó fue la del cantante rodeado de niños.
“Tuve una infancia sin amigos; anormal”, dijo Michael a Oprah, para justificar lo que el mundo juzgaba insano. “Las personas se preguntan porqué siempre tengo niños a mi alrededor, y es porque encuentro a través de ellos las cosas que nunca tuve cuando fui niño”.
Jackson ha dicho que toda su vida se ilusionó con la idea de ir a Disneylandia. Pero en vez de diversiones como cualquiera, tuvo una carga de responsabilidades, una agotadora rutina de giras y sesiones de grabación desde que cumplió ocho años.
Pero sobre todo, sufrió con la figura de un padre que abusó no sólo de él, sino del resto de sus hermanos, según ha dicho en su libro La Toya Jackson.
Michael reveló pasajes de su vida jamás contados, durante la entrevista con Oprah, a quien vio en su rancho Never Land, de dos mil 700 acres, unos días antes de que sobrevinieran las primeras acusaciones por abuso sexual.
Ante una audiencia que lo hizo romper otro récord, ahora en sintonía televisiva, contó que en su adolescencia vivió sometido por su padre, quien lo obligó, por ejemplo, a ocultar los brotes de acné.
“Lo odié y lloré todos los días”, dijo, con su famosa voz impostada, de niño eterno. “Me decía que era feo, y yo no quería ni verme al espejo. ¡Me volví tan tímido!”
Durante 14 años Michael Jackson no concendió entrevistas, hasta la que le hizo la reina del talk show. En esos años de gloria, dijo, en realidad vivió martirizado por la soledad y las inseguridades animadas por su padre. Y esos traumas habrían de mantenerse a través de su carrera como la mega estrella del mundo de la música.
“No sentí que hubiera nada importante qué decir a cerca de mí. Todos esos años fueron muy tristes, demasiado tristes para mí”, dijo. “Hay mucha tristeza sobre mi pasado, mi adolescencia, sobre mi padre y todas esas cosas”.
Eso dejó profundas huellas en la personalidad adulta del cantante. Michael no sólo levantó sospechas por sus frecuentes apariciones con niños, con quienes incluso dormía en casa. También era motivo de especulaciones la ausencia de una mujer. Lo que había eran más que nada fantasías con personalidades como Brooke Shields. Pero nada más.
Sólo una vez habló de sexo, y lo hizo con la misma Oprah.
-Debo preguntarte algo que a mí me resulta penoso, pero, ¿eres virgen?
-¡Cómo puedes hacer esa pregunta! Eso es algo privado. Quiero decir, es algo de lo que no puede hablarse abiertamente. Puedes llamarme anticuado y formal, si quieres, pero, tú sabes que al final quiero decir que eso es algo muy personal.
Debacle en México
La entrevista con Oprah Winfrey estaba precedida de acontecimientos aún magníficos para la trayectpria del cantante, y a su vez fue preámbulo en su desgracia.
En 1991 Jackson grabó el segundo álbum después de Thriller. Dangerous significó para el artista el contrato más jugoso de su vida y de la historia misma del arte musical. Sony Records le había dado un billón de dólares para retenerlo y preparó el lanzamiento más espectacular de que se tenga memoria.
De cualquier forma, Dangerous no se aproximó siquiera a lo hecho por Thriller. Michael ya no era el mismo.
Aún así, su participación en el Super Bowl de 1993 fue el evento televisado con mayor audiencia hasta entonces. El estruendo de esa efímera aparición fue igual de espectacular que el arranque de su gira en Munich. Pero ninguna de las dos fue tan estridente como el escándalo provocado por la acusación pública que formuló en su contra uno de sus amigos predilectos: un niño de New Jersey que se decía sexualmente abusado.
De las alturas jamás alcanzadas por ningún otro artista, Michael Jackson cayó a lo más profundo del desprestigio y vergüenza públicos. De Munich se trasladó en agosto a Bangkok, donde se le enteró de la acusación. Negó todo, pero no pudo sostener por mucho tiempo el ánimo.
“Cuando estaba de gira… se me acusó de una conducta horrenda y reprobable. Me sentí humillado, apenado, herido y con gran dolor en el corazón. Me doy cuenta de que no me será posible acabar con esta gira. Los quiero a todos. Adios”, dijo un Jackson lloroso en una cinta videograbada que sus representantes dieron a conocer a la prensa el 12 de noviembre de 1993, un día después de abandonar la Ciudad de México, en donde se cree tuvo el peor de sus episodios de adicción a las drogas y una de sus más terribles depresiones.
El 29 de noviembre, la revista People se preguntó por la desaparición de Jackson tras su desplome. La caída del hombre que durante 25 años fue un inoco de la música popular, dijo la revista, comenzó en este país (México), a donde llegó envuelto por el escándalo el 24 de octubre. Desde su llegada hasta su partida, cuando fue rescatado por su incondicional amiga, la actriz Elizabeth Taylor, el 11 de noviembre, Michael cayó en un tobogán que casi le cuesta la vida.
La Ciudad de México aguardaba impaciente la llegada del rey del pop. Jackson arribó con un séquito de 170 personas, y entre todos ocuparon el piso 42 del hotel Presidente. Durante esos días se le vio poco animado, oculto detrás de sus infaltables gafas oscuras, según diría uno de los empleados.
Jackson canceló dos de cinco conciertos y algunas apariciones públicas. Pero no se perdió del todo en el anonimato.
Una tarde, vestido con chaqueta, pantalones y sombrero negros, Jackson llegó sin anunciarse con tres niños de entre ocho y 13 años de edad a la tienda de discos Mixup en Pabellón Polanco. Durante la visita de una hora, firmó autógrafos y gastó cerca de cuatro mil dólares en discos láser y compactos (los discos Thriller y Bad estaban en un botadero a precio de remate) y bailó en la parte trasera de la tienda con sus jóvenes acompañantes.
Pero Michael ya traía a la justicia en sus talones.
En septiembre, el niño del que supuestamente abusó, había presentado una demanda civil que pretendía despojarlo de 65 millones de dólares. La acusación por abuso sexual, seducción, fraude y negligencia puso en movimiento al Departamento de Policía de Los Ángeles y a la oficina del Sheriff de Santa Bárbara, el vecindario de los millonarios californianos.
Eso llevó a Michael a refugiarse en México, donde permaneció tres semanas. De aquí se suponía que viajaría a Puerto rico, en donde daría un par de conciertos, pero canceló por temor, se dice, a ser retenido para una declaración.
Las especulaciones desatadas entonces a partir de una confesión del propio cantante, quien se declaró con problemas de adicción, hizo crecer la sospecha de que su encierro en el hotel Presidente se la pasó drogándose.
Las sospechas aumentaron cuando se supo que la cancelación de sus dos presentaciones obedecieron “a una breve cirugía dental en el hospital ABC”, de la misma capital mexicana.
Sin embargo, un miembro del equipo de Jackson dijo a People que la estrella permaneció tranquila y relajada durante su breve incursión al hospital, en donde, aseguró, “no se encontraron rastros de ninguna droga consumida por el cantante”.
Crisis similares ocurridas en Singapur y Bangkok no concedieron mayor credibilidad a la versión recogida por la revista.
La noche del último de los conciertos, el 11 de noviembre, Liz Taylor y su entonces marido, Larry Fortensky, acudieron en su rescate. Del estadio Azteca se dirigieron al aeropuerto, en donde abordaron un vuelo privado con rumbo a Europa.
Evitaron escalas en Estados Unidos. Llegaron a toronto y de ahí volaron rumbo a Londres, en donde se cree que Jackson fue rehabilitado de su adicción a las drogas.
El Monstruo
En 1993, Michael Jackson grabó una canción y un video originalmente pensados para su antología History -Past, present & future- Book 1. Se trataba de “Is This Scary”, que sería incluída también en la película Adam’s Family. La pieza quedó finalmente incluida en el álbum Blood on the Dance Floor, grabado en 1997.
La canción fue respaldada por un video revelador. El video, cuyo argumento fue hecho por el escritor Stephen King, presenta a Michael Jackson como un extraño que se muda a una casa dentro de un pequeño pueblo. . Ahí se convierte en amigo de los niños, pero es víctima de las histilidades y el temor de los adultos, quienes lo ven como un fenómeno. Eventualmente la gente se reúne afuera de su casa para echarlo del pueblo, gritando: “¡Deja de asustar a nuestros niños!”
Los niños, que no le temen, no forman parte del ataque en el que sus padres gritan y destruyen la casa hasta hacer que Michael salga en estampida. El silencio reina mientras él está frente a la multitud. Entonces la música comienza.
Es una imagen que sintetiza el infierno de Michael, un hombre que lejos de redimirse en el extraño matrimonio con la hija del Rey, Lisa marie Presley, fue ridiculizado incluso hasta el día en que anunció la paternidad tras una fugaz relación bajo contrato con la enfermera Debbie Rowe.
Divorciado también de Rowe, Jackson quiso resucitar. Pero una segunda acusación por abuso sexual parece haberlo condenado definitivamente. El cielo que pareció abrírsele un día lejano, en el comienzo de su gira en Munich, al final le ha sido cerrado.