“Todos lo sabemos. La gente odia los impuestos, sobre todo cuando los gobernantes los usan irregularmente, cuando la gente no percibe un avance, por lo que lo más sencillo es no cobrar y dejar que el Gobierno Federal sea el que cargue con los reproches por falta de recursos (…) ¿Qué va a pasar cuando este sistema de chantaje sucumba ante la realidad de un mundo globalizado?”
Ciudad de México | Almargen.com.mx
Cuando se habla de federalismo, es normal encontrar estancamientos, visiones limitadas, fronteras pues, entre lo que me afecta a mí y todo lo que les afecta a los demás.
Es como ver la paja en el ojo ajeno, pero no en el propio. Transparencia, sí, eso es lo que piden los gobernadores del Ejecutivo Federal, y me refiero a todos, incluyendo a los panistas.
Justicia es, que la Secretaría de Hacienda otorgue 5,000 millones de pesos como anticipo por los excedentes petroleros. Nadie se atreverá a negarlo.
Todos sabemos, que si algo sufren las entidades del país, pero igualmente los municipios, es escasez de fondos para enfrentar los problemas de la población.
Sin embargo, es preciso remontamos a 1989, para ver que en una etapa en la que el Presidencialismo priísta dominaba, no hubo, no existió resistencia alguna de los gobernadores de aquél tiempo a ceder sus facultades tributarias e incorporarse al Sistema Nacional de Coordinación Fiscal, con la certeza clara de que no tendrían problemas de dinero, porque el centralismo de aquél tiempo, era brutal.
El Presidente era omnipotente y así lo aceptaban los gobiernos estatales, mientras que en el PRI, era su líder moral, el único.
Los resabios de ese sistema, de transferencias ocultas, negociadas, siempre a cambio de algo, manchan todavía la relación entre los estados y el Gobierno Federal.
¿Por qué? Ensimismados en sus cacicazgos, los gobernadores no supieron, y algunos ciertamente no quisieron, hacer un poquito de esfuerzo para pensar cómo beneficiar a sus comunidades.
Se entregaron a los brazos de la Recaudación Federal Participable, y ya un poco más tarde, a los del Federalismo, de su Federalismo.
Cuando Ernesto Zedillo inició un proceso de descentralización de recursos, que no de potestades, ni de capacidad de decisión, la tónica fue la misma.
Continuaron actuando como limosneros –pero bajo condiciones políticas diferentes–, conscientes de que luchar para que sus capacidades impositivas se ampliaran, era ir en contracorriente de la opinión pública.
Todos lo sabemos. La gente odia los impuestos, sobre todo cuando los gobernantes los usan irregularmente, cuando la gente no percibe un avance, por lo que lo más sencillo es no cobrar y dejar que el Gobierno Federal sea el que cargue con los reproches por falta de recursos.
Evitar la responsabilidad política, para luego inducir a los ciudadanos a reclamar la falta de servicios, justicia, infraestructura, educación, es una acción común en la historia de la política, que no necesita mucha ciencia cuando se quiere obtener beneficios electorales.
Que se alegren los gobernadores, ya tienen 5,000 millones de excedentes petroleros. ¿Pero los habrá siempre?
¿Qué va a pasar cuando este sistema de chantaje sucumba ante la realidad de un mundo globalizado?
¿Se negarán aún a una reforma integral? Es decir, por qué sólo hablar del tema fiscal, que tendría que ser el último en discutirse. Primero veamos la redistribución de funciones –en base al costo-eficiencia–, eliminación de duplicidades, cesión de poder, transparencia, y sobre todo, espacios de libertad para los gobiernos locales y los ciudadanos de este país.
Ya tienen sus 5,000 millones. ¿Qué harán con ellos? ¿Usted cree que ellos informarán a los municipios, más aún, a los habitantes de las localidades en qué los invertirán?
Sí, hay procedimientos legales en los que se exigen proyectos de inversión para transferir los recursos.
Pero los recursos de fiscalización son limitados, mientras las formas para trasladar los fondos a rubros distintos a los que están asignados –infraestructura– son muchos.
Los mandatarios presumirán en sus estados, ante los ciudadanos, como un logro esta transferencia de recursos. ¿Pero les dirán que hay formas de obtener más, incluso localmente? Yo creo que no, no les importa. Para muchos políticos cambiar el actual sistema no sólo no es importante, están empeñados en que todo se quede igual. Acostumbran vivir así y temen perder su sustento.
Leí por ahí, que en Venezuela la gasolina es muchísimo más barata que en México. Me duele decirlo, pero nuestro país es el único en el que -contra la ley de la oferta y la demanda-, mientras el petróleo baja, los combustibles suben.
¿Saben por qué?, porque vemos los resabios de ese sistema central y autoritario, que hoy permitimos repetir –con sus debidas distancias–, donde el beneficio del consumidor es ignorado a favor de los monopolios –PEMEX, CFE, LyFC, Cintra–, gracias a una soberanía mal entendida.
Sí, en Venezuela la gasolina es mucho más barata. Pero en este mundo, desgraciadamente, los precios no los deciden los periodistas, ni siquiera los Secretarios de Estado. Que yo sepa los venezolanos no viven enseguida de un mercado tan grande y decisivo como Estados Unidos, y nosotros sí, para nuestro bien o nuestro mal.