Ciudad Juárez- Septiembre 2006¿Porqué los policías se matan entre sí? ¿Quiénes en realidad operan el crimen organizado? Leoluca Orlando, el dos veces alcalde de Palermo a quien muchos identifican como el padre del Renacimiento Siciliano, da respuestas reveladoras. Mientras exista la partidocracia, dice, México seguirá dominado por esquemas mafiosos.

Leoluca Orlando interrumpió la conversación cuando el teléfono del presidente municipal de Ciudad Juárez timbró. Estaban a mitad de un desayuno junto con otros invitados, que escuchaban atentos al ex alcalde de Palermo mientras narraba la forma en que desafió al poder de la Mafia Siciliana.

Eran malas noticias: un sargento de la policía local acababa de morir acribillado por un combinado de balas calibre .38 súper y AK-47, mientras un subalterno secuestrado tres días antes, aparecía en otro punto de la ciudad con huellas de tortura y el índice derecho mutilado.

Orlando había llegado la víspera tras un largo viaje desde Roma, y en el instante en que supo del doble asesinato se preparaba para un encuentro con periodistas, a quienes hablaría de su conferencia magistral esa misma tarde, en la que proclamó la ética y el sentido de justicia como elementos indispensables para combatir al crimen organizado.

“No hay que temerle a la corrupción”, me dijo después del encuentro con los medios locales. “Yo le tengo más miedo al compromiso, porque la corrupción no es necesariamente un sistema de poder: el compromiso es en realidad el verdadero sistema de poder”.

Como presidente del Instituto para el Renacimiento Siciliano, Leoluca Orlando fue invitado para cerrar un ciclo de conferencias de carácter social organizado por la Fundación del Empresariado Chihuahuense. En el pasado visitó la ciudad, pero nunca estuvo rodeado de sucesos y contextos cargados de gran simbolismo.

Asesinatos como el de los policías eran habituales en la Sicilia de hace un cuarto de siglo. Pero, dice Orlando,  la corrupción no era evidencia del resquebrajamiento social. El silencio como forma de compromiso, era en los hechos la manifestación de una estructura criminal consolidada.

“Lo que en verdad hace daño a una sociedad, es el silencio”, dijo durante la rueda de prensa. “Tengan miedo del silencio de los buenos, no del grito de los malos”.

Durante tres décadas, Orlando ha transitado por los caminos del poder político. Primero como asesor jurídico y después como consejero municipal, legislador y alcalde en dos ocasiones de la capital de la isla, él ha sido considerado actor principal de la llamada  “primavera de Palermo”, la fase culminante de un gran movimiento social para despojarse del yugo de la mafia.

El cambio en Palermo y el resto de la isla fue más que nada una liberación del crimen organizado, pero de ninguna manera el fin de sus actividades.

“Nosotros podemos decir que ganamos la lucha contra los mafiosos tradicionales porque ya no controlan la mentalidad de la población”, dice. “Pero existe la otra mafia, la Nueva Mafia que pervierte valores como la libertad, la riqueza y los derechos humanos. Es la mafia financiera, la mafia que ya no tiene necesidad de matar”.

Umberto Santino, el máximo investigador del movimiento antimafia y fundador del Centro de Documentación Guiseppe Impastato, ha hecho énfasis en lo que él mismo bautizó como “la burocracia de la mafia”.

“Hoy las personas creen que la mafia ha dejado de existir porque ya no ven asesinatos en las calles. Pero en realidad están equivocados: muchos de los asesinatos que ha cometido la mafia han sido en contra de quienes no quisieron involucrarse en la concesión de contratos de obra pública”, me dijo hace poco.

Santino es probablemente el mayor crítico de Leoluca Orlando. En sus libros, que lo convierten en la máxima referencia sobre el tema, ha escrito que los campesinos son los verdaderos héroes de esa cruzada contra los jefes criminales, y también que el Estado de Sicilia, lo mismo que el Estado italiano, han fracasado en sus intentos por someter a la mafia, debido más que nada, a la ausencia de poder y los altos niveles de corrupción e intereses de los políticos.

Orlando está de acuerdo en esta última apreciación.

“El rostro de la nueva mafia está en todo el mundo”, dice. “En Palermo, en Sicilia, nosotros somos afortunados, pues tenemos ambas mafias, la vieja y la nueva. Pero en Alemania y en Francia, tienen sólo a la nueva mafia. Y en México, tienen también a la nueva y a la vieja mafia: los viejos mafiosos que operan el narcotráfico en Tijuana y Ciudad Juárez”.

Se refiere a los traficantes de siempre, al ala visible de una actividad que despacha cadáveres como en la ciudad que a él le tocó gobernar.

“La Mafia Siciliana pervertía y pervierte valores sicilianos: honor, familia, amistad. La Nueva Mafia pervierte otros valores que no son solamente sicilianos, sino que corresponden a una realidad global”, dice para matizar la idea de que es mejor lidiar con viejas costumbres del crimen organizado, y no sólo con las organizaciones de altos vuelos financieros y de poder político.

Fuma un puro que encendió al terminar su encuentro con los periodistas, con quienes se tomó fotografías y les mostró ejemplares de sus libros editados en español, en donde aparece a su vez fotografiado con la senadora Hillary Clinton, de quien se dice amigo.

Está a mitad de uno de los múltiples salones del centro de recepciones Cibeles, cuyos propietarios han sido acusados por algunas organizaciones civiles, de intimidar a decenas de familias que invaden desde hace 20 años tierras que les pertenecen, empleando a gatilleros que, dicen, ya asesinaron a golpes a un colono.

En su conferencia magistral, unas cuantas horas más tarde, el viernes 19 de noviembre, Orlando habló ante unas 700 personas, la mayoría representantes de organizaciones civiles, pero también a empresarios, al alcalde y al presidente nacional del PAN.

A todos les dijo que la única solución para revertir una realidad como la de Ciudad Juárez, es la cultura de la legalidad, predicándola con el ejemplo entre niños que vayan a la escuela. Les habló también de la necesidad de encontrar a líderes en todos los niveles de la sociedad, capaces de encabezar una lucha que convenza al ciudadano común y lo despoje del silencio y la indiferencia.

Cuando el actual dirigente nacional del PAN, Manuel Espino, trabajó en el gobierno estatal, hace poco más de una década, el alcalde Murguía era presidente en la delegación de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación. Entonces nadie hablaba de narcotraficantes como Amado Carrillo Fuentes, y ese silencio prevalece aún en los gobiernos locales.

“Cuando era niño y entré a la escuela, no escuché nunca la palabra ‘mafia’. A los 20 años fui a estudiar a Alemania y cuando supieron que yo era de Sicilia, lo primero que quisieron saber fue a cerca de la mafia. Pero en Palermo nadie empleaba esa palabra”, dijo Orlando como anécdota para describir al silencio como sistema de poder.

“La partidocracia es en realidad el sistema que permite vivir al crimen organizado”, me dijo al final de la entrevista, antes de ir a su conferencia. “Porque es el mismo sistema de la mafia. El crimen está en la mente de los políticos”.

–En México los análisis están basados sobre la creencia de que la policía está corrompida, cuando realmente está comprometida con el crimen. Es decir, cuando habla del silencio de los buenos, refleja mucho el nivel de colusión de la policía. Dicho de manera simple, los policías son quienes matan. Dice que deben buscarse líderes nuevos,  y aquí vayamos a su experiencia como alcalde, qué tan difícil es hallarlos en un entorno tan viciado.

–La mafia es una mesa redonda donde se delegan derechos, poderes. Un alcalde, un obispo, un narcotraficante, un policía o un periodista, se sientan en la misma mesa. Es un sistema distinto al sistema de corrupción, porque un sistema de corrupción no necesariamente es un sistema de poder.

“Es normal que si usted quiere obtener un documento debe pagar 100 pesos; es un sistema de corrupción, inmoral, ilegal pero no es un sistema de poder. ¿Qué es lo que pasa en México? Lo que pasa en México, lo que pasó en Sicilia, es que los criminales son hombres del Gobierno, hombres de Gobierno Alternativo.

“El sueño de un mafioso es el de no necesitar las armas para operar, porque eso es para un criminal común que asalta bancos. El mafioso tiene un amigo que le abre la puerta: es la diferencia.

“La verdadera criminalidad es la mafia, los sistemas de poder. Y México está en un sistema de poder. Por eso no es significativa la estadística criminal. Es terrible que si asesinan a 100 es mejor que 50, pero lo que es realmente un problema no son los asesinatos, sino el silencio de la gente y el sistema de poder”.

–Hace un momento mencionó a Nuevo Laredo como ejemplo de esto que dice. Lo que se vive ahí es una guerra de policías, no una estricta guerra de narcotraficantes.

–La lucha es por el derecho de estar en la mesa del gobierno criminal.

“¿Porqué los policías se matan? ¿Porqué los políticos se matan? Porque tengo que reafirmar el liderazgo, porque tengo que representar a los políticos o a los policías. Porque tengo necesidad de estar en la mesa. Es una competencia por alcanzar un puesto en esa mesa.

“Cuando los mafiosos se peleaban en Palermo, sucedía una guerra de la mafia, esa era la realidad. Pero cuando pelean políticos o cuando pelean policías, existe una guerra de políticos y una guerra de policías, igual que existe la guerra de la mafia. Y el fin de esta guerra, ¿cuál es el fin de esta guerra? ¿El poder democrático? No: el poder alternativo. Es como tener un certificado. Ésta es entonces, la lucha por hacerse de ese diploma que da derecho de ser Miembro del Gobierno Criminal Alternativo al Gobierno Democrático”.

La resistencia al cambio de cultura, es impresionante. No todos los gobiernos están dispuestos a asumir un cambio profundo. En China, por ejemplo, fue invitado por el gobierno porque en su experiencia política, Orlando promete un sistema financiero mejor al que puede tenerse con operaciones del crimen organizado. O al menos un sistema sano.

Pero más tardó en llegar que en ser despedido.

“Un gran historiador escribió que la más grande violencia no se hace con la ley o contra la ley: necesita una distinción entre la legalidad formal y los derechos humanos. Yo hablaría de derechos humanos y legalidad estatal. No siempre la legalidad estatal coincide con el respeto de los derechos humanos”.

Eso fue lo que no gustó a los chinos, dice.

“Un estado como México es un estado en movimiento, tiene legalidad fuera y dentro de la ley. Puedo decir una cosa que no ayuda a México a cambiar:  la ley que establece que un alcalde puede serlo sólo por tres años. No ayuda a la democracia”.

En China, cuando tocó el tema de los derechos humanos, pisó un terreno sagrado. Por eso, cuenta, le ofrecieron una cena espléndida y luego le dieron su boleto de vuelta a Roma. En México no fue el tema de los derechos humanos el que provocó reacciones similares, sino el de la corrupción.

En el 2003 fue invitado como asesor en el Gobierno del Distrito Federal. La condición que puso, dice, fue que arrestaran antes a un policía.

“Necesitan comenzar con el arresto de un policía, les dije, porque yo no puedo andar en Iztapalapa con los policías como escoltas, que son notoriamente corruptos: eso sería hacer el ridículo y no se podía así establecer ninguna cultura de la legalidad”, me cuenta.

La respuesta fue que lo harían sin problemas, pues policías corruptos sobraban. Sin embargo, el ex alcalde de Palermo salió del país al día siguiente.

En el desayuno del viernes por la mañana, el alcalde volvió a la mesa después de unos minutos al teléfono. Por la tarde anunció a los periodistas que al menos uno de los agentes sería honrado en su funeral. A Leoluca Orlando lo despidió, al término de su conferencia magistral, con un trofeo que le proclamó huésped distinguido de la ciudad.

Pero de la experiencia que quiso compartir, nada se tomó. El mismo alcalde instruyó al jefe de policía para que sus agentes repelan cualquier agresión.

“Fomentar el poder de la policía con una policía corrupta, significa fomentar el costo de la corrupción”, dijo alguna vez Orlando a las autoridades del DF. Y prefirieron darle las gracias.

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