En Turín todo es fiesta. Una región entera apuesta algo más que un lugar en el cuadro de medallas. Lo que se juega es el futuro del Piemonte, la otrora potencia económica de la República italiana. Los dueños del capital han tomado como pretexto la justa para revertir una historia de tradiciones y medio ambiente. Y en las fortunas inmensas que cambiarán para siempre la región de los Alpes, se ha especulado mucho sobre el poder de la Mafia Siciliana.

Turín- En el aeropuerto de Caselle, las obras de remodelación hacen sombría la llegada de los viajeros. Paredes cubiertas con tablas y cortinas de hule manchadas de yeso y pintura, no son la mejor de las bienvenidas en una ciudad que articuló gran parte del poder económico de la Italia del siglo XX.

Pero en la estación de salida, donde ha concluido la remodelación, las cosas son muy diferentes. El diseño arquitectónico fue hecho para deslumbrar a cientos de miles de personas que recibirá Turín este mes, cuando la capital del Piemonte consume el evento con el que espera renovar su desarrollo: Los Juegos Olímpicos de Invierno.

“Somos algo más que la Juventus y la Fiat”, ha dicho a la prensa el alcalde Sergio Chiamperino. Sus palabras resumen una idea colectiva sobre la cual han girado las actividades de la región, apenas se supo que habían obtenido la sede. En su mayoría creen hallarse ante la oportunidad inmejorable para vestirse de gala a los ojos del mundo, y de ninguna manera están dispuestos a dejarla pasar.

“La asignación de los Juegos Olímpicos de Invierno del 2006”, dice la comunidad del Piemonte en su página oficial, “ha sido entendida como una ocasión única para la promoción tanto de la capital Piemontesa como del resto de la región”.

Bajo esa premisa, gobierno y empresarios iniciaron con la mayor inversión de obra arquitectónica  que se haya ejecutado en medio siglo. En el 2003, el gasto público se estimó en mil 500 millones de euros, a los que se sumaron otros mil millones provenientes de instituciones privadas.

“Las olimpiadas forman parte de un sistema programado de eventos que tienen un doble objetivo: por un lado afianzar una nueva y sólida imagen internacional del Piemonte y por el otro, dejar herencia, luego, al territorio, de un sistema turístico de vanguardia”, dice la comunidad.

Se trata, sin embargo, de la visión bondadosa sobre un evento que, en el mejor de los escenarios, sumirá en el desencanto a todos los que hoy apuestan a la celebración de los juegos de invierno, dicen los opositores.

“En la realidad, los juegos están siendo patrocinados por la Fiat, que opera desde una visión totalmente capitalista: lo que persiguen es únicamente reinvertir el dinero para después obtener ganancias”, dice Matteo Scali, un activista en contra de la olimpiada, que forma parte de dos de las organizaciones que más la han criticado, la red indymedia y el centro social Niño, en Pinerolo, la antesala de los Alpes italianos.

Quienes se han opuesto a los juegos de invierno, han realizado cálculos que superan por mucho los números aportados por el gobierno. Ellos dicen que la inversión en obra ha generado gastos por cerca de cinco mil millones de euros, un escándalo cuando parte de las obras tendrán una vida útil bastante limitada.

“Muchas de las estructuras que costaron millones de euros, como la auto ruta, el palacio del hielo, el estadio olímpico y las grandes áreas de estacionamientos, servirán sólo por unos cuantos días”, dice Manfredo Pavoni, un teólogo integrante de la red libertaria italiana, otra de las organizaciones civiles críticas al evento.

Las obras emprendidas de cara a los Juegos Olímpicos, que se celebrarán del 10 al 26 de febrero, suman más de 60. Además de instalaciones deportivas, la región ha visto construir autopistas, carreteras secundarias por las montañas y edificios de hospedaje para atletas y turistas. Pero sobre todo, en Turín, se ha presenciado el desgaje de sus calles y avenidas por la introducción del metro.

El centro de la ciudad, una hermosa conjunción de edificios históricos, cambiará para siempre. La remodelación no sólo incluye aceras y pavimento nuevo sobre las calles, sino estaciones de abordaje para el metro, autobuses de pasajeros y el tren. También arribarán complejos de nueva arquitectura, que serán sede para los juegos de hockey y otras actividades bajo techo.

Turín es la sede principal, pero las obras se extienden hacia las montañas, en donde radica, dicen los opositores, el mayor de los daños: el atentado en contra de las costumbres y el medio ambiente.

Los intereses también juegan

La autopista que conduce de Turín a las montañas, contaba hasta julio con cuatro carriles. Era una vía rápida hasta Pinerolo, la ciudad más populosa de cuantas existen en los Alpes italianos. A partir de ahí, prosigue una sinuosa carretera en donde apenas tienen cabida un par de automóviles compactos. Hay que tener pericia para no chocar de frente.

La angosta vía que penetra en las montañas, rumbo a Prali, 70 kilómetros al norte de Turín, tiene poco tráfico de carros. En verano, de hecho circulan más bicicletas y motos que cualquier otro vehículo. Por eso la construcción de una súper carretera pareció no sólo un acto aberrante: también fue un atentado, dicen los grupos civiles opuestos a los trabajos, a todo lo que significa el entorno de los Alpes.

“Por los juegos se está matando a la montaña”, dice Matteo Scali. “Las obras de construcción son una catástrofe para la fauna y la flora. Y todo esto que se realiza con pretexto de las olimpiadas, no es sino una maniobra de los empresarios que quieren apoderarse de las faldas de las montañas, en donde se encuentran los mayores acuíferos de Europa central, que son el oro del futuro”.

La región del Piemonte ha basado su desarrollo en una industria que procura la calidad por sobre la cantidad. En su conjunto, la zona produce 44 vinos de denominación de origen controlada y ocho quesos con denominación de origen protegida. Ese sistema agroalimentario genera el 5 por ciento del Producto Interno Bruto regional, y ocupa a más de cien mil trabajadores, que representan el 7 por ciento del total de mano de obra piemontés.

Pero el gran demandante de recursos, naturales y humanos, es la industria. Ahí operan cerca de 400 mil manufactureras, pequeñas y medianas, que lo mismo sostienen al sector automovilístico, textil, alimentario, que a la orfebrería y las tecnologías informáticas de Italia. El Piemonte es la sede no sólo del gigante automotriz Fiat, sino de las matrices que operan la industria de la confección y los textiles, como Zegna y Loro Piana.

Hasta la década de 1970, el predominio económico de la zona fue indiscutible. Sin embargo, era dependiente de la magnificencia de Fiat, cuyos números han colapsado las décadas subsecuentes.

Si bien Piemonte se mantiene como una de las regiones más desarrolladas de la Unión Europea, ha perdido hegemonía a partir de una combinación de la crisis de su industria automotriz, y la falta de novedosos sistemas empresariales que la hagan competitiva en un mercado global.

La alternativa que resta, dice la Unión de Industriales, que concentra a dos mil 500 empresarios de la zona, es redefinirse en áreas como alta tecnología e innovación de proyectos.

Todo ello será posible en la medida en que la región destaque como un centro de interconexión predominante en la Unión Europea, y para lograrlo se han puesto en juego inversiones escalofriantes, que rondan los 11.5 billones de euros, para consumar obras de comunicaciones antes de que concluya el 2006.

En menos de año y medio, Turín quedará unido por una línea ferroviaria de alta velocidad con Milán, Venecia y Trieste, hasta llegar a los países de Europa del este, y del lado opuesto con Lyon, Francia, en donde el desafío mayor fue la construcción de un túnel de 54 kilómetros para atravesar los Alpes.

Por eso las olimpiadas de invierno llegaron como la mejor de las noticias. Desde el 2003, el Comité Organizador anunció inversiones conjuntas, de gobierno y empresarios, por 3 mil millones de euros. Todo para una infraestructura que, aseguran, continuará empleándose después de la justa.

A partir del anuncio, los patrocinadores y las autoridades dicen que se han visto cambios favorables en el nuevo desarrollo de la zona. A pesar de la crisis que atraviesa la industria, los índices de desempleo han disminuido y hoy se encuentran por debajo de la tasa nacional. Políticos y empresarios sostienen que, aparejado a eso, los servicios aumentaron a tal grado que superaron a la industria, representando el 50 por ciento de los bienes que se venden.

Mientras esos niveles de inversión son cuestionados por diversas organizaciones civiles, los pequeños empresarios de la región avalan con sus declaraciones el enorme ejercicio de construcciones desde Turín hasta los pueblos de la montañas.

“Se ha llevado a cabo un gran esfuerzo con el fin de mejorar las estructuras y las infraestructuras de las localidades de montaña aunque éstas no estén, directamente relacionadas con la celebración de las olimpiadas”, dicen. “ Estas serán las primeras “Olimpiadas Ecológicas” de la historia”.

Los grupos que se han opuesto a la realización de las olimpiadas sostienen justo lo contrario. El ferrocarril y las autopistas moverán tráfico cuyas emisiones pueden alterar el medio ambiente, dicen.

Pero el detalle de sus argumentos jamás ha sido reseñado por la radio, televisión y prensa italianos.

“Los grupos que están en franca oposición a la olimpiada tienen muchas dificultades para expresar sus opiniones”, dice Manfredo Pavoni, que suele colaborar con artículos en el diario de izquierda Il Postino. “Con excepción de la radio comunitaria, los medios de comunicación han transformado su criterio único de cultura en acto de demagogia que vende el discurso de lo bueno que serán los juegos olímpicos”.

En Pinerolo, a 40 kilómetros de Turín, Pavoni dice haber sumado voces al descontento. La construcción de la autopista fue demasiado, sobre todo para los viejos habitantes de la ciudad, que será sede de las carreras de velocidad y otros juegos bajo techo. Pero lo que más escandalizó a los pobladores, fue la llegada de una primera sucursal de McDonald’s.

“Ellos pensaban, hasta hace muy poco, que sus alimentos serían consumidos por las delegaciones de los países que vendrán a los juegos. Y creían también, porque así se los hicieron creer, que los turistas dejarán grandes ganancias al consumir la comida tradicional del Piemonte, pero no es así: los atletas vienen ya con sus empresas de alimentación contratadas y los turistas preferirán comer en un McDonald’s”, dice Pavoni.

El desaliento

Las nubes se mueven por entre las montañas apenas termina el medio día, y se deshacen en una llovizna que cesa al caer la noche. Entonces el cielo vuelve a despejarse. Estamos a mediados de agosto.

“Este es un clima clásico en los Alpes: en unas cuantas semanas, cuando llegue el otoño, comenzarán los días fríos que anteceden la nieve del invierno”, dice Paolo Cimini, un profesor de 44 años originario de Campobasso, al sur de Italia, que cada año vacaciona en la región.

Esta vez, Prali es distinto. O al menos así lo percibe Cimini. Como uno de los pueblos más remotos de los Alpes, Prali se prepara también, de cara a las olimpiadas. En las montañas que lo circundan se encuentran las pistas de esquí, trampolines y rampas. Es la parte más próxima a la frontera con Francia y Suiza, y una de las comunidades más pequeñas también, por lo que la expectativa por el arribo de los turistas los ha entusiasmado.

“Sin duda habrá muchos visitantes y nosotros venderemos más que nunca”. Francesca Puglisi es una anciana que vive de sus pocas ventas en la única mercería del pueblo. Ella se emociona, como si los amantes del esquí fueran a permanecer semanas en los alrededores.

“En realidad les venden una idea falsa”, dice Simone Lanza, director hasta septiembre del Centro Ecuménico Ágape, cuya sede se encuentra en Prali. “Los turistas que lleguen con la olimpiada puede que generen derramas importantes de dinero, pero lo harán sólo por unos cuantos días, y eso no puede calificarse como beneficio”.

La burbuja descrita por Lanza puede incluso ser peor. A casi 100 días del evento, más de la mitad del millón de entradas que preveían colocar los organizadores, estaban sin venderse. Hasta septiembre, se tenía un registro de 460 mil entradas vendidas, 100 mil de las cuales fueron adquiridas por el público. El resto pertenece a los patrocinadores, federaciones deportivas, medios de comunicación, agencias de viaje y los comités olímpicos nacionales.

Los italianos se han sumado al desenfado mundial. En el país se vendieron hasta el mismo mes 120 mil entradas, la mitad de ellas al público.

El Comité Organizador de los Juegos Olímpicos ha dicho que el bajo volumen de venta en Italia se debe más que nada a una cuestión cultural. Los italianos, sostiene, suelen esperar el último minuto para realizar sus compras.

El optimismo es la base del discurso oficial, que no da importancia a las ventas bajas ni a los movimientos de los opositores.

La preocupación generada por el atraso de las obras del metro, en Turín, y de la autopista que conecta hacia las montañas, no es algo que compartan las autoridades. Mario Pascante, el subsecretario de Estado a cargo del deporte en Italia, dijo a mediados de septiembre que la capital del Piemonte estaba lista, igual que el resto de las sedes olímpicas.

“A cinco meses de los juegos todo funciona bien, en las sedes y en las infraestructuras. Estamos en la línea de salida. Creo que todo irá muy bien e Italia dará una imagen de país eficiente”, dijo en una conferencia de prensa el 14 de septiembre, en Roma.

Y de eso se trata. Industriales y políticos quieren dar una imagen de solidez al mundo.

“Las olimpiadas y el turismo no son la respuesta en el rediseño de un nuevo modelo económico que rescate a la región”, dice Mateo Scali. “En Italia tenemos 12 por ciento de pobres, y lo que el gobierno está haciendo es lo que hizo Roma en la antigüedad: dan pan y circo al pueblo, juegos para que no piensen en la realidad”.

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