La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en sus artículos 13 y 28, garantiza el libre tránsito de las personas y la elección de su residencia en cualquier territorio de un Estado, por lo que todo intento de frenar la migración humana debe verse como una violación a las garantías individuales.
“La migración en sí misma no es ni debe ser considerada un problema que requiere solución, pues es parte inevitable de la condición humana”, concluyó recientemente Amnistía Internacional (AI) en su declaración para la 90 reunión del Consejo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
“Es importante reconocer que los trabajadores migratorios tienen un efecto positivo tanto en el desarrollo de los países que abandonan como en el de los que les acogen”, añade la declaratoria emitida el pasado 1 de diciembre y difundida en México el día 20 del mismo mes de 2005.
Lo anterior en referencia a la propuesta de construir un muro en la frontera México-Estados Unidos, aprobada de manera abrumadora en la Cámara de Representantes el 16 de diciembre pasado.
Más allá de las relaciones bilaterales entre estas naciones y del cada vez mayor flujo migratorio de México a Estados Unidos, la discusión se centra en una medida que facilita la segregación, discriminación y racismo, advierte AI.
Los muros no resuelven nada
Consultada por La Nación, la senadora Micaela Aguilar González sostuvo que la imposición de una barrera fronteriza nunca ha funcionado. El caso más concreto, aunque en condiciones y motivos históricos diferentes, es el Muro de Berlín.
El objetivo de las barreras, cercos o guetos es frenar la migración y concentrar a un sector de la población al que se le adjudica el carácter de inseguro o fuente de violencia.
Pero para el articulista de Última Hora, diario electrónico de Uruguay, Alberto Acosta Garbarino, la cuestión radica en la supuesta supremacía de un sistema económico. En el siglo XX se trataba de salvaguardar el comunismo, de ahí la construcción del Muro de Berlín. Ahora la situación es la inversa: Estados Unidos pretende blindar su sistema económico y social impidiendo la migración.
Sin embargo, en cualquiera de sus niveles, la migración no sólo es incontrolable sino natural y lógica en un contexto demográfico y económico variable, señalan algunos especialistas. Así que tratar de frenar este fenómeno mundial es absurdo.
Acosta Garbarino, presidente de la organización uruguaya Desarrollo en Democracia, sostiene que el conflicto que dominó gran parte del siglo XX fue el enfrentamiento ideológico entre el comunismo y el capitalismo, con epicentro en la ciudad de Berlín, Alemania, que había quedado dividida después de la Segunda Guerra Mundial.
En su artículo publicado el pasado 12 de enero, el columnista reseña que todos los días miles de personas huían del supuesto “paraíso comunista” (Alemania oriental) y pasaban a la parte occidental en busca de la libertad, “hasta que en el año 1961 los comunistas levantaron una muralla de 166 kilómetros de largo para impedir que la gente pudiera salir”.
El llamado muro de la vergüenza fue “el símbolo de un régimen totalitario y oprobioso que violaba todos los derechos fundamentales del hombre, y su caída en el año 1989 significó el final del mismo y el aparente triunfo del sistema capitalista”.
Alberto Acosta estima que tal triunfo es aparente, porque si bien el capitalismo ha llevado a su población a niveles nunca imaginados de bienestar material, también ha hecho que en la mayoría de los ciudadanos prevalezcan el individualismo, egoísmo, consumismo y hedonismo.
Tal es la magnitud, que las personas, comunidades y ahora países ricos -plantea- sostienen mecanismos de protección ante el contingente de pobres que les rodea, por lo que construyen altas murallas en sus casas.
El mundo al revés
En entrevista con La Nación, la senadora por el PAN Micaela Aguilar planteó que el desplazamiento de personas allende las fronteras es un derecho inalienable que nadie, y mucho menos ningún gobierno, puede impedir, porque el ser humano busca superar su situación social y económica, que no necesariamente tiene que ser precaria en su país de origen.
Con la aprobación en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos para construir un muro de más de mil kilómetros de largo en diferentes puntos estratégicos de la frontera con México y de convertirse en realidad esta iniciativa, “estaríamos viendo la construcción de un muro de Berlín al revés”, añade Acosta.
Este muro no impediría la salida de la gente que vive en “el paraíso” sino el ingreso de los pobres que quieren vivir en él. “Así como las personas ricas, también los países ricos van a tener que levantar cada vez murallas más altas y tener más policías y guardias para protegerse de la gente excluida por el sistema”, vaticina el articulista.
Y concluye que así como el sistema comunista no era sostenible al negar la libertad individual en aras de un supuesto beneficio común, la muralla del actual sistema capitalista tampoco se sostendrá.
Segregación por la inseguridad
Otro aspecto que puede mover a la segregación es la amenaza constante de la inseguridad, señala Rael Espín, del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
“Cuando la retórica política induce al odio y la hostilidad xenofóbica, la respuesta social se vuelca, por lo general, en normas endurecidas contra el desplazamiento de personas, como resultado de la actividad de gobernantes y legisladores que no están dispuestos a sufrir las consecuencias políticas de contradecir a las masas.
“De esta forma, los migrantes son criminalizados o estigmatizados atribuyéndoles la falta de empleos o la ausencia de oportunidades de todo tipo, así como el aumento en los crímenes e inclusive la relajación en las costumbres o hábitos de moralidad”.
En un trabajo titulado Migrantes y discriminación: entre la indiferencia y la hostilidad, Rael Espin hace referencia a la intolerancia social y racial como una forma de segregación (apartheid).
Al respecto, la segregación racial mejor ejemplificada en Sudáfrica hasta 1990, consistía en separar a las personas según su raza con el supuesto propósito de proteger la cultura y tradición de cada grupo racial para que pudieran así desarrollarse manteniendo su integridad étnica.
En la práctica, sin embargo, mediante el apartheid se institucionalizó la se-gregación racial y la dominación de la raza blanca sobre otras razas en aquella región del continente africano.