Una entrevista con Lydia Cacho. Autora de Los Demonios del Edén.
Hace 10 años que Lydia Cacho comenzó a venir a Ciudad Juárez para documentar como periodista primero, y activista después, la serie de homicidios y violencia en contra de mujeres. Sus visitas, dice, han sido un proceso de aprendizaje.
Cacho es una perseguida del sistema. En diciembre, agentes de la Policía Judicial de Puebla la secuestraron en Cancún, donde reside desde hace 20 años. La llevaron ilegalmente hasta ese estado del centro de la república, donde un empresario de textiles llamado Camil Nacif, la acusó por difamación, después de que su nombre apareció relacionado al del pederasta y explotador infantil Succar Kuri, en su libro “Los Demonios del Edén: el poder detrás de la pornografía”.
La siguiente es una entrevista con la periodista, quien regresó a Juárez tras dos años de ausencia, como parte de la Plataforma de Mujeres Artistas contra la violencia de género.
-Recurriendo a tu experiencia como víctima de un sistema judicial corrompido, cómo crees que incide la presión de una organización social en un tema como éste, dentro de un estado cuyo aparato judicial está igual de amafiado que en el resto del país.
-Yo creo que en Chihuahua lo que ha sucedido, a diferencia de otros estados de la república también amafiados, incluso otros estados fronterizos como Quinta Roo, donde he vivido durante 20 años y he visto la evolución y la descomposición social y la descomposición política y jurídica, Chihuahua lo que tiene es que en ese sentido similar a Quintana Roo, es que el peso de los empresarios es fundamental para entender los niveles de corrupción.
En nuestro país nos acostumbramos a ver la corrupción como actos únicamente de intercambio de poderes, de intercambio de dinero por justicia, pero en realidad creo que aquí en realidad la esencia de la corrupción tiene que ver con resguardar las apariencias a pesar de lo que sea. Y aquí uno de los problemas fundamentales es que también el empresariado, a cambio de poner maquiladoras, de subir el puntaje de la economía local, ha sacrificado la vida de las mujeres, ha silenciado a las mujeres, ha comprado a la prensa, ha comprado la policía y por supuesto se ha hecho cómplice con el asesinato de las mujeres y las violaciones de sus derechos.
Por otro lado, todo el sistema maquinero en el mundo entero violenta los derechos de las trabajadoras. Es un sistema que hasta últimos años ha tratado de limpiar su imagen hablando de derechos laborales y demás, pero finalmente, en esencia, es un sistema de violación de mujeres y ahora también de hombres. Entonces, me parece que hay una colusión importante entre el empresariado, los líderes que tienen la economía en sus manos, los que tienen la justicia, a la policía y finalmente a los políticos, y me parece que es el gran pecado de Chihuahua que ha permitido que en aras de “salvar la economía” o de resguardar la fama de Chihuahua como un estado en donde se puede caminar, donde se puede venir de turista, han callado a las mujeres asesinadas y eso es un crimen por sí mismo.
-Es más difícil ser periodistas mujer, activista y adentrarse en este juego para tratar de escarbarlo, que ser periodista y hombre y escribir con las mismas intenciones, pero cobijado con esta aura de un sistema masculinizado.
-Mira, no sé, es una aseveración muy dura. Yo creo que es difícil ser hombre y estar escuchando todo el tiempo que los hombres son violentos, que los hombres asesinan y violan, porque efectivamente son los que están haciendo esto en gran mayoría. Sin embargo, hay una descalificación constante de las mujeres periodistas que abordamos estos temas, sobre todo cuando estamos vinculadas con el feminismo, con el movimiento de mujeres. Es decir, siempre vas como a segundo término.
En general, en todas las editoriales del país, no solamente de periódicos sino de revistas, van a segundo término las notas referidas a mujeres como si fueran ciudadanas de segunda clase y el tocar estos temas nos manda y nos convierte en periodistas de segunda clase para muchos editores. Las cosas van cambiando poco a poco, pero sí te puedo decir que durante años el periodismo nacional nos ha ido mandando al ostracismo y tenemos que regresar una y otra vez diciendo “este no es el tema de mujeres, sino un tema del mundo”.
Es también doloroso, finalmente, y aunque los hombres se indignen, aunque un periodista hombre llore y se conmueva, cuando eres mujer y estas frente a otra que te está narrando cómo violaron a su hija , algo de ti se siente violentada; cuando te cuentan que a su hija le arrancaron los pezones, duelen tus propios pechos. Evidentemente hay una conciencia de otredad con las mujeres que a mí me parece inevitable.
-Son pocos los medios y los editores que se atreven a publicar sucesos debidamente documentados, sobre todo cuando tocas estructuras reales del crimen organizado. ¿Es obligado todavía en México ser periodista independiente para poder trabajar esos temas y publicarlos fuera del gran sistema editorial?
-Bueno, mira, me parece que no debería ser necesario, pero sí, seguimos estando en la marginación quienes intentamos tocar estos temas del crimen organizado. La gran mayoría de directores de medios de este país, sobre todo de periódicos prestigiosos, cuando yo les he preguntado sobre este tema la respuesta es muy sencilla, ellos dicen: hay un 95 por ciento de temas que tenemos que tocar y que podemos tocar, y un 5 por ciento de temas que si tocamos pueden tocar la vida de nuestros reporteros, la vida de nuestros periódicos y no vale la pena el sacrificio. Yo no creo que eso sea cierto. Yo creo que es un poco como aceptar que no tiene remedio México. Creo que los grandes periódicos del mundo, incluso el New York Times, han ganado cierto prestigio porque le entran al tema del narcotráfico, le entran al tema del crimen organizado y en algunos casos hay reporteros y reporteras que como individuos no le entran. Y yo creo que eso sigue siendo una debilidad en nuestro país.
-Tu mides el fenómeno de Juárez desde dos perspectivas: como activista y como periodista. ¿Te frustra cada vez que has estado aquí, que la respuesta a los llamados que buscan sumar voces para denunciar la ineficacia judicial se mantenga reducida?
-Mira, eso pasa mucho en todo el mundo con los movimientos feministas, con los movimientos de las mujeres. Generalmente las actoras y el público somos nosotras mismas, es como una comunidad dialogante y algunos hombres que se van sumando como solidarios. Ya no me frustra, antes me frustraba muchísimo; ahorita mi interés particular está mucho más relacionado con analizar el fenómeno de lo que está sucediendo con Juárez, particularmente, de lo que está sucediendo con organizaciones civiles, y que para mi es muy significativa: cada vez que he venido veo a las mismas madres o a las mismas mujeres haciendo exactamente lo mismo, y eso es preocupante.
Qué quiero decir con esto: es una comunidad tan dolida y tan aislada que lo que está sucediendo es que algunas de las sociedades civiles, por ayudar a las mujeres, están abandonando a los padres y los hermanos hombres de las mujeres asesinadas, y hay que echar un ojo por ahí, porque esto es muy importante.
Pero bueno, estas organizaciones que están ayudando a las mujeres, ellas mismas están viviendo desde tanto dolor y tanta frustración que no están siguiendo los parámetros adecuados para la atención a víctimas. Cuando tu tienes una víctima, como una madre, un padre, una hermana o hermano que ha vivido un asesinato, lo fundamental es que esa persona pase un proceso terapéutico, de intervención de crisis, intensivo, que normalmente dura de dos a tres meses, en el que pueda traspasar la frontera entre el dolor, el pánico y la incomprensión del dolor y la comprensión de su propio proceso, para convertirse en sobreviviente.
Me parece que uno de los grandes problemas que tiene Juárez es que la gran mayoría de madres y de hermanas no se han convertido en sobrevivientes todavía. Pasan cinco o seis años y siguen contando la misma historia desde la desesperación, desde la rabia, desde la angustia y esto les hace muchísimo daño, y también les hace muchísimo daño porque esto impide el diálogo. La gente no quiere vivir horrorizada, la gente de Chihuahua ya no quiere escuchar el horror de los ojos arrancados, de los pezones mutilados, de los cuerpos violentados y me parece que aunque entiendo que tienen derecho a narrarlo, es muy
diferente decir: “mi hija fue asesinada con violencia extrema”, que sería suficiente, a seguirlo narrando desde el dolor porque las heridas siguen abiertas y eso está impidiendo que se trascienda a un diálogo mucho más politizado, que es lo que necesitamos: un diálogo mucho más politizado, menos rabioso. Puede estar lleno de dolor, pero también debe estar lleno de comprensión de qué necesitamos, y me parece que eso no se está dando también porque el Estado ha logrado de manera magnífica, de una forma violenta y muy bien estructurada, separar a las organizaciones civiles, recortar los recursos, contraponer a las ONG’s.
Hoy lo platicábamos: cuando ven que una mujer de una ONG está empoderándose y está logrando cosas, se le acercan y le dan una casa, le resuelven su caso y entonces todas las demás se alejan de ella. Entonces, esta violencia de Estado y esta forma de desestructurar a las ONG’s es evidente en todo el país, pero en Juárez es extraordinariamente evidente.
-Finalmente este tipo de casos necesitan de los medios de comunicación, pero los medios de comunicación han desdeñado los años recientes todos estos movimientos. ¿Esto te perturba, te hace reflexionar?
-Ahí sí tendríamos que hacer un análisis mucho más individualizado, me parece que hay medios específicos, sobre todo los de derecha, que responden a los intereses de los empresarios, de la Coparmex y todas estas organizaciones, que son medios a los que les queda claro que tienen qué proteger las apariencias a como dé lugar, lo mismo que sucede en Quinta Roo: no pasa nada.
Cuando Mario Villanueva dejó entrar el narcotráfico fue igual, hasta que ya el narcotráfico está adentro. Pero parece que de todas maneras vamos a seguir diciendo que no hay nada en casa. Estos medios están aliados con el empresariado y van en contra de la sociedad y del buen periodismo nacional. Por otro lado, creo que hay periodistas, como individuos e individuas, algunos, que no saben cómo manejar el miedo después de haber entrevistado a una familia, por ejemplo. Después de haberse horrorizado escriben una nota y esa nota quizás no tiene a lo mejor la trascendencia que nos gustaría que tuviera, o que están viviendo estos encontronazos entre las ONG’s y pierden credibilidad ante sus ojos, y también hay otros periodistas que tienen un gran desprecio sobre la vida humana y especialmente sobre la vida de las mujeres, y que también hay muchos periodistas machos y misóginos, sexistas y que reflejan su visión del mundo en la forma en que cubren una nota sobre mujeres asesinadas.
-Hay demasiada ficción, mucha fantasía, verdades a medias en mucho del manejo mediático que se ha hecho sobre el tema de los homicidios. Los libros incluso tienen una gran dosis de imaginación, de falta de rigor. Cómo se resuelven esos asuntos entre periodistas. Si la misión es comunicar, qué resta por hacer ante una realidad abrumadora.
-Me parece que lo que nos queda y lo que nos salva siempre es la verdad. A mi me preocupa desde el principio de estos fenómenos, de los homicidios en Juárez, cuando las mujeres comenzaron a hablar con algunas de las periodistas que veníamos, que no nos acaba de quedar muy claro.
Cuando tenemos que hacer una nota, una nota rápida, esperamos como tener una síntesis de la realidad y eso es prácticamente imposible en fenómenos como el de Juárez o el de los feminicidios de todo el país. Creo que lo que sucedió, y esa es una hipótesis muy personal, es que al principio efectivamente muchos de los asesinatos, o algunos de ellos –que para mí más de uno son muchos-, estaban relacionados con niveles de crueldad que pueden ser atribuidos por los especialistas, ya sea a un narcotraficante o a una persona que pertenece al crimen organizado, que hacen un cine, si no snuff, muy parecido al cine snuff, en el que ya la mujer es absolutamente desechable, o jovencitas que se les convierten en un problema.
En el mundo entero hay fenómenos similares en términos de qué hacen con las jovencitas a quienes trafican para fines de cine pornográfico de adolescentes o infantil. Entonces, no es tan descabellado.
Lo que creo que sucedió desde un principio, es que estas madres, este primer grupo de madres de las mujeres que aparecían como con ciertas características, que luego se les llamó el copy cat, empezaron a narrar las historias con tal magnitud de detalles morbosos, que algunos medios los recogieron y algunos se horrorizaron, pero después, cuando empezaron a aparecer otras mujeres asesinadas que no tenían esos niveles de violencia, las que no habían sido escuchadas cuando las jóvenes fueron asesinadas digamos, con exceso de violencia –no sé cómo decirlo-, creo que las otras madres comenzaron a exagerar un poco como un acto de desesperación (el caso de sus hijas).
No las estoy juzgando, pero eso es algo de lo que yo percibo por tanto año de verlo desde lejos y luego de dejar de escribir de ello –debo confesar de dejé de escribir de ello porque tampoco entendía tan claramente lo que pasaba-.
Me parece que eso sucede: que hay algunos periodistas, hombres y mujeres, que han tomado una historia y la han querido generalizar y eso es un problema con la verdad, es una falta a la verdad y es un problema para que la gente pueda entender que hay un mapa de la realidad y que este mapa se subdivide entre varios tipos de asesinatos de mujeres. Y de pronto vemos que hay una guerra entre las madres de las jóvenes asesinadas por lo que aparentemente fue el tráfico de personas, o el cine snuff o la pornografía y aquellas cuyas hijas fueron asesinadas por sus propios maridos. Y de pronto hay una competencia para ver quién vivió más horror antes de morir, porque estas mujeres están sumidas justamente en la incompetencia del Estado para impartir justicia y para administrarla, y sienten que la única manera en que van a ser escuchadas es haciendo todo mucho más horroroso de lo que ya es.
Es muy difícil juzgarlo, pero también hace más difícil nuestro trabajo periodístico porque de pronto sobrepasa los límites de la realidad y varios periodistas han caído en eso, es decir: si yo voy a narrar los asesinatos de mujeres cometidos por el crimen organizado, entonces tendría que incluir a todos y así llevarlo al extremo, casi a la ficción. Y si yo voy a decir que es violencia intrafamiliar, entonces voy a descalificar a las que están hablando de crimen organizado.
Es un problema que sucede en casi todos los temas de nuestro país, si te fijas: somos muy maniqueos. En general el periodismo es maniqueo en México y tendemos a creer que hay una sola versión de las cosas y en Juárez no hay una sola versión. Parece que ciertamente hay un grupo pequeño, importante en sí mismo, que sufrió este tipo de violencia. Creo que lo que dicen los especialistas es que hubo otros que decidieron copiar para poder zafarse de una condena fácilmente, porque si es crimen organizado ni van a voltear a verme, aunque sea su marido, su galán, su jefe. Y por otro lado todas estas organizaciones de mujeres, que parecen que ya no tienen argumentos, que ya no pueden ser escuchadas porque todo mundo está horrorizado con el tema de las
mujeres de Juárez. Entonces, un poco pasa como con el cine: nos acostumbramos a ver tanta sangre que insensibiliza. Y de pronto, quien quiere hacer una película de horror saca todavía más sangre, pero ya no nos horroriza.
Estamos en una como encrucijada, en que las y los periodistas ya no les creemos mucho a estas fuentes, pero también estamos generando confusión en nuestros lectores, porque ya se involucra nuestra sensación personal en vez de tomar todas las historias y hacer un mapa completo y decir, aquí está.
-Hay un engolosinamiento con el drama.
-Absolutamente: mira, yo ahora lo estoy viendo con los periodistas españoles. Es súper interesante ver cómo ellos necesitan argumentos muy sólidos sobre una sola causa. Entonces, ya estaban con una expectativa, después de una semana en la que ya habían entrevistado a la fiscal y a los policías y al subprocurador, y decían: bueno, es que no entendemos qué pasa aquí, cada quien tiene una versión diferente.
Bueno, pues porque así es el mundo. Por supuesto que tienen versiones diferentes: el Estado tiene una versión diferente y ellos van a decir que están haciendo lo que pueden y finalmente hasta aquí se puede llegar porque el crimen organizado no permite ir más allá, y decir que si es violencia familiar, pues no hay leyes. Así de complejo es nuestro país y lo que debemos entender es que el fondo de todo ese discurso y todo ese debate de números y cifras, de si es crimen organizado o familiares o cine snuff, el cimiento es la impunidad y los altísimos niveles de corrupción.
-Cuáles similitudes encuentras entre los aparatos del justicia de uno y otro estado, a partir del caso de pornografía infantil y los homicidios y violaciones de mujeres en Ciudad Juárez.
-Me parece que hay similitudes increíbles en todo el país. Aquí tenemos uno muy cercano, porque yo lo analicé. Primero comencé a seguirlo como reportera, el caso de pornografía infantil y prostitución forzada en Quintana Roo, y luego ya hice un análisis más formal y me involucré además como activista, con las víctimas, y conocí más a fondo la historia de este sujeto y conocí quiénes lo protegen desde el poder político. Eso me permitió hacer esto de lo que hablábamos: hacer un mapa más claro.
Yo creo que en Juárez ha sucedido exactamente lo mismo. Hoy por la mañana en una reunión que tuvimos verdaderamente surrealista con la encargada –que así le ponen porque parece que es muy joven y no pueden nombrarla subprocuradora, una cosa extraña- con esta mujer encargada de la subprocuaduría y que además fue fiscala especial (se refiere a Cony Velarde, sustituida dos días más tarde tras la ejecución del abogado Sergio Dante almaraz), bueno, hoy que sostuvimos esta reunión sui géneris con ella, hablaba y hablaba un rollo político incomprensible, en el que ya todo está resuelto y el representante del gobernador también, echándonos un rollo como si fuéramos oligofrénicas y tuviéramos una incapacidad para entender el mundo. Y de pronto cuando le preguntamos puntualmente cuántos ministerios públicos, cuántos policías judiciales, cuántos policías federales habían sido castigados por haber sido partícipes, cómplices por haber desaparecido evidencia, por haber vendido la evidencia, por no haber consignado adecuadamente los expedientes, comenzaron a darnos números y números y finalmente nos dijeron: “no sabemos quiénes son y no hay ninguno todavía castigado.
-Es una negligencia, una estupidez, ¿crees que es deliberada tanta omisión?
-Creo que es una negligencia informal. Mientras más conozco de cerca el aparato de impartición y administración de justicia en nuestro país, entiendo que hay un desprecio profundo hacia la vida humana y un desprecio profundo hacia la vida de las mujeres, doblemente. Esto es evidente cuando vemos que un ministerio público carece de sensibilidad para atender a una víctima, hombre o mujer, porque ellos saben que el sistema no funciona. Entonces, creo que en México las y los mexicanos estamos viviendo una cosa que se llama “síndrome de indefensión adquirida”, es decir, no importa lo que hagas, vas a pedir ayuda y nunca la vas a recibir. (Publicada el 19/01/2006)