Detrás de Mexicali, Juárez es de hecho la ciudad con mayor cantidad de llantas usadas. Es un desperdicio al que todavía hoy no se encuentra solución, pero el futuro puede cambiar y transformar toda esa basura en una industria millonaria.

La llanta delantera derecha en el carro de Roberto Sánchez estaba completamente destrozada cuando llegó a la desponchadora ubicada a un lado del restaurante Toro Bronco, a unos metros del puente al revés.

El diálogo era una necedad.

-Qué pasó jefe, qué le hacemos.
-Cómo ve: ¿Tendrá un gallito por ahí?

Menos de 10 minutos después de llegar, el Coutlass de Sánchez partió con neumático de repuesto. Pero en la cajuela debió llevarse los restos de su antigua llanta, pues en ese negocio no hay servicio de recolección al momento del cambio.

Es una de muchas vulcanizadoras que operan así. De ninguna manera es una ilegalidad, pero sí el origen de un grave problema de contaminación que sufren Ciudad Juárez y el resto de los municipios fronterizos.

Detrás de Mexicali, Juárez es de hecho la ciudad con mayor cantidad de llantas usadas. Es un desperdicio al que todavía hoy no se encuentra solución, pero el futuro puede cambiar y transformar toda esa basura en una industria millonaria.

“En realidad hay mucho dinero tirado”, dice Héctor Lozoya, presidente de la Unión de Yonkeros Fronterizos. “La cosa es que nosotros hemos estado dormidos”.

En el verano del 2001, Lozoya fue contactado por empresarios chinos que decidieron visitar la ciudad con intenciones de hacer negocio. No batallaron en hallar lo que buscaban: inmensas montañas de llantas usadas aparecieron ante sus ojos dentro y a las orillas de la mancha urbana.

Los chinos querían comprar todos esos millones de neumáticos arrumbados, bajo la condición única de que el material fuera triturado aquí. En eso tampoco había problemas: ellos mismos les venderían las máquinas para hacerlo.

El negocio era redondo. Pero justo en las negociaciones finales ocurrió lo impredecible. El atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono echó por tierra cualquier avance en lo sucesivo. Sin embargo, la semilla estaba sembrada.

A nivel local, la posibilidad no sólo de deshacerse de un desecho contaminante, sino de hacer negocio con él, había prendido tanto como en otras latitudes del país y de la misma frontera norte. La razón es sencilla: hay materia prima de sobra para ello.

Tan sólo en la frontera con Estados Unidos se desechan anualmente más de dos llantas por habitantes, casi lo doble que el promedio del país vecino.

México genera cada año un desperdicio de 40 millones de llantas, cuyo destino final se encuentra en tiraderos clandestinos, baldíos, barrancas, ríos y en los rellenos sanitarios, según datos de la Semarnat.

“El reciclado de llantas de desecho, a través de hule molido para producir asfaltos mejorados y subproductos de hule, tiene un gran desarrollo en México que absorbería 25 por ciento de las llantas generadas”, dice Rodolfo Zureck, presidente de la Asociación Mexicana de Asfalto.

En el país hay entre dos y tres millones de llantas en centros de acopio y tiraderos clandestinos, según la Comisión de Ecología Fronteriza (Cocef), pero 38 por ciento de ellas se emplea en rellenos sanitarios y 40 por ciento sirve como combustible alterno, principalmente carreteras.

El gran mercado que se avizora para las llantas parece, sin embargo, alentador. Las nuevas tecnologías abren un campo inmenso al enorme problema por la existencia de tanto desecho.

Grandes empresas mexicanas, como Llanset, han difundido este año una tecnología llamada criogenia, que consiste en congelar para luego triturar la llanta, proceso que recupera el caucho para fabricar adoquines, topes y otros sistemas de seguridad.

Cementos Mexicanos (Cemex) también ha entrado al negocio de la llanta de desecho. La empresa utiliza en sus fábricas de Texas un proceso de pirolisis para generar combustible, y esa energía la emplea en la producción de cemento.

No se trata de algo nuevo. La Asociación de Pavimentación de Hule de Estados Unidos ha trabajado por años en la mezcla de asfalto con hule granulado proveniente de llantas usadas.

La mezcla puede llevar hasta 15 por ciento de hule y en promedio se utilizan 2 mil llantas por milla lineal asfaltada.

Hacerlo, si bien significa un costo mayor a la técnica habitual, es a la larga más barato: la vida del asfalto se prolonga hasta por 20 años más.

Instituciones de crédito como el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras) y el Banco de Desarrollo de América del Norte (BDAN) alientan este tipo de inversiones.

Banobras ha hecho recomendaciones para concesionar los servicios de manejo de llanta usada, y crear organismos certificadores y operadores en la materia.

“Este banco da apoyos de asistencia técnica para diagnósticos, estudios financieros y tarifarios, proyectos ejecutivos y además créditos para su financiamiento”, dice Gonzalo Bravo, coordinador de Relaciones Gubernamentales de la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza.

Se trata de una solución profunda para darle solución a una tarea simple, como el repuesto de neumático efectuado por Sánchez en la desponchadora cercana al puente al revés.

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