Junto a su hermano Rodolfo, Gabriel inició con más ideas y pretensiones que otra cosa. En el 2001, cuando ambos decidieron explorar un mercado de animaciones por la Internet, no tenían siquiera una computadora.

Una vieja americana de pana y unos jeans decolorados pueden ser el atuendo que identifique a un intelectual de izquierda. O al menos es el cliché que hay en México y otros países, y mucho más si se tiene el cabello crecido y una actitud desenfadada. Pero ya dicen que las apariencias engañan.

“Si la película tiene éxito, haremos una segunda y hasta tercera parte”, dice Gabriel Rivapalacio a un grupo de jóvenes con pretensiones de empresario, caminando de un lado a otro sobre el estrado desde el que proclama su éxito. “Tenemos también televisión en Estados Unidos; estamos como los Simpson: entrando en pequeñas capsulitas. Van a salir en diciembre, y esa sería nuestra llave”.

El creador de los Huevocartoon habla del primer largometraje animado que se producirá en el país.  ‘Una película de huevos’, narra las peripecias de un huevo que no quiere ser desayunado contienen todos los ingredientes para, eso sí, ser devorado por el público no sólo mexicano, sino de países tan distantes como Francia o Argentina.

“Es una historia narrada con los estatutos de Hollywood, para que sea comprendida por cualquier público y no sólo por el mercado local, que entiende el doble sentido de nuestras animaciones”, dice.

Junto a su hermano Rodolfo, Gabriel inició con más ideas y pretensiones que otra cosa. En el 2001, cuando ambos decidieron explorar un mercado de animaciones por la Internet, no tenían siquiera una computadora.

“Nosotros dijimos, mi hermano y yo: vamos a hacer una página. Yo estaba trabajando como freelance, estaba intentado hacer una película por medio de Imcine, pero nunca salió. (…) Mi hermano estaba trabajando en una empresa de animación y resulta que renunció porque quería hacer algo en una empresa propia, y fue cuando creamos Huevocartoon”.

Pero no había dinero, dice:

“Dijimos: bueno, cómo le vamos a hacer para comenzar, sino sabemos nada”. Entonces recurrieron a su padre, que es contador público y posteriormente buscaron a un amigo de los dos, desarrollador de soft ware. Tanto el padre como el amigo prefirieron hacerse socios, dice, porque no podían cubrir sus honorarios. Entre ambos inyectaron 200 mil pesos que sirvieron para comprarse la computadora y fijar el salario de ambos, que nunca sobrepasó los 10 mil pesos mensuales.

Parte de ese dinero sirvió también para constituirse como Sociedad Anónima, bajo el nombre de Comunidad Huevo.

“Salimos entonces de cacería”, dice Gabriel. “Afortunadamente seis meses después salieron las primeras cosas”.

Necesitaban, sin embargo, algo más que buenas intenciones y trabajo a destajo. Y algunos factores intervinieron a favor. Al principio se les ocurrió que la mejor manera de masificarse era fabricando tarjetas para luego distribuirlas en salas de cine, pero antes de consumar acuerdos con los empresarios las cadenas de correos sorprendieron con una distribución sin precedentes en México.

“En realidad, esa fue nuestra única publicidad y fue increíble. Y de pronto resulta que nos hablan de Hechos: Oye, necesitamos que nos den una entrevista. Y nos dan seis minutos en Hechos. Y luego en Reforma, artículos, y en esta otra revista, hasta que de pronto llegó Doritos, al año y cacho, y dijo: Voya hacer las estampas y a meterles comerciales. Entonces ellos ponían Huevocartoon en toda la televisión nacional, y eso hizo crecer la audiencia de una manera importantísima, y es cuando entraron los niños”.

Desde el atuendo de estudiante rebelde, Rivapalacio cuenta resultados de alta factura empresarial:

“Ahora a nuestros eventos acude la prensa y Televisa difundirá nuestro primer película. Ellos dicen que harán una campaña como la de Harry Potter”.

Aunque esquiva el tema del dinero diciendo que ahí la llevan, ofrece pistas con algunos deslices: En el 2004, por ejemplo, se aliaron con la producción de La mochila azul, de Televisa, y los promotores de Yu Gi Oh!, para combatir el mercado pirata que les competía sin tregua. Cada uno colaboró con 100 mil pesos para, dice, dárselos a la PGR.

“has de saber que la PGR te cobra 300 mil pesos por operativo; hay qué pagar a la PGR para que haga su trabajo”.

El operativo de un día fue exitoso, pero de ninguna manera acabó con la piratería. Al final debieron darse por vencidos, y mucho más cuando ha descubierto que Huevocartoon aparece en 37 mil opciones en la Red. “No hay forma de combatirlos”, dice.

¿Cuál será el futuro de Huevocartoon? Largo, difícilmente es una marca amenazada.

El mismo Rivapalacio calcula que, por lo menos, los huevos seguirán vivos 10 años más.

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