Mezcla chiclosa, que conforme aumentan los grados de calor se torna en materia maleable. Además de malo, el pavimento que recubre las vialidades de la ciudad es escaso, abarca poco más del 50 por ciento del total…
El pavimento adquiere una forma de olas desvaneciéndose en la playa. Es una mezcla chiclosa, que conforme aumentan los grados de calor se torna en materia maleable.
El centro de la ciudad no es la única zona en donde calles y avenidas lucen un pavimento destrozado. De hecho es la condición del 60 por ciento de los 20 millones de metros cuadrados que hay en el municipio.
Se trata de un mal endémico, difícil de solucionar. Un trastorno vial al que año tras año se le inyectan en promedio 20 millones de pesos para evitar que se ponga peor.
Además de malo, el pavimento que recubre las vialidades de la ciudad es escaso, abarca poco más del 50 por ciento del total. El poniente, la zona en donde reside la mitad de los pobladores de Juárez, prevalece polvoriento ante la falta de asfalto.
El deterioro del pavimento es algo que se previó desde comienzos de la década de 1990, cuando las autoridades dieron comienzo a un asfaltado mucho más caro, pero durable: el concreto hidráulico.
Sin embargo, fuertes controversias sobre el presupuesto y confrontaciones políticas han desmotivado cualquier intento por remediar paulatinamente el atraso.
En enero de 2003, por ejemplo, se buscó una deuda por 11 millones de dólares que servirían para construir 600 mil metros cuadrados de nuevas vialidades, pero una votación en contra entre los miembros del Cabildo puso fin a la propuesta.
El argumento que se esgrimió fue que la deuda sería endosada a familias de escasos recursos, lo cual era inaceptable.
Lo que se aplicó después, ese mismo año, fue lo de siempre: 20 millones de pesos, equivalentes entonces a la quinta parte de la deuda que pensó contraerse, fueron empleados en baches y sello asfáltico.
Son aspirinas para una enfermedad mayor.
Datos de la Dirección de Obras Públicas indican que el 60 por ciento del pavimento en Ciudad Juárez perdió su vida útil.
La antigüedad del pavimento, el clima y sobre todo la falta de un reglamento que se aplique y prohíba el cruce de camiones de gran tonelaje por vialidades tan frágiles, han provocado grandes estragos.
El pavimento en colonias como la Ex hipódromo, Partido Romero e Hidalgo, por citar algunas, fue tirado a finales de la década de 1960, y hasta hoy no se ha resanado más allá de unos sellos y baches.
Es la condición de más de la mitad del total de calles asfaltadas, que tras el último ciclo de lluvias exigió mayor presupuesto para su reparación y mantenimiento.
Voces en la calle
Lo que dice la autoridad es también una vuelta constante que jamás otorga soluciones definitivas. Al menos es lo que piensa el común de la gente.
“Yo qué puedo decirle: tengo 32 años y aquí he vivido toda la vida, y pues uno ya como que se acostumbró, pero la verdad pues si hace falta el pavimento”.
Jesús Robles vive en la colonia Lázaro Cárdenas, en el poniente de la ciudad. Es empleado en una agencia de seguridad privada y cada día, desde hace seis años, conduce sobre caminos de terracería para llegar y salir de su casa.
La colonia de Robles quita las ganas de comprarse un automóvil decente. Pero es un sentimiento que se expande hacia el resto de la ciudad.
Juárez es una de las mayores ciudades del país, pero sin duda la que menor porcentaje de vehículos nuevos posee.
El mal estado de las vialidades, incluso aquellas que atraviesan las zonas de mayor plusvalía, son definitivas para que muchos prefieran un carro usado, desechable, como el pavimento de la ciudad.
“La neta cuando me compré mi primer carro, pues estaba muy chido, arregladito, medio nuevo, pero unos meses después ya se me había madreado de la suspensión y siempre andaba todo cochino, lleno de tierra. Así que ya no me he comprado otro igual”, dice Adrián Castillo, un estudiante de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Los talleres mecánicos son destino obligado para automóviles que resienten los golpes y las vibraciones de calles en estado deplorable.
En una ciudad con un sentido del orden tan relajado, cualquiera aporta su agravio alas vialidades.
La Junta Municipal de Agua y Saneamiento y las compañías privadas que suministran gas natural destruyeron 52 mil 647 metros lineales de asfalto hace un par de años.
En sus maniobras, los empleados de esas empresas, públicas y privadas, destrozan el pavimento sin que destinen presupuesto para resanarlo. Y la autoridad no les obliga a hacerlo.
Lo mismo ocurre con los transportistas. Son ellos, según reportes de la Dirección de Obras Públicas, quienes agravan el problema. Sin embargo, no hay rutas específicas debidamente construidas para ello, y tampoco un reglamento de vialidad que se aplique severamente.
Pero el pavimento es tan malo, que hasta los autobuses de pasajeros lo destruyen.
En el crucero de avenida de la Raza y Plutarco Elías Calles, ningún automóvil familiar puede conducirse por el carril de la extrema derecha.
Ahí, como en las calles del centro, el pavimento parece petrificado como una ola chocando contra las piedras. Quien se atreva a cruzar la cresta, tiene el riesgo de dejar su mofle.